lunes, 22 de junio de 2009

Sobre un moro inglés

Muchos aspectos de la vida de Tomás Moro son bastante conocidos, su profesión de abogado, su erudición, su ejercicio en el servicio civil inglés, su amistad con el rey Enrique VIII, su enfrentamiento a propósito del Acta de Supremacía y, finalmente, su controvertido martirio. Pero hay uno que se suele subestimar, aunque nuestro santo jamás lo hizo.
Nos cuenta Erasmo:
“Moro se ha hecho una casa en Chelsea. Allí, él conversa con su esposa, su hijo, su nuera, sus tres hijas y sus esposos, con once nietos. No existe hombre vivo tan afectuoso como él; ama a su anciana esposa como si fuera una joven doncella.
“Diría que su casa es la Academia de Platón, si no fuese una injusticia compararla con una academia donde las disputas sobre números y cifras era rara vez interrumpidas por disquisiciones acerca de las virtudes morales. Prefiero llamar su casa una Escuela de Cristiandad; pues no hay ni uno allí que no estudie las ciencias liberales, cuyo especial cuidado no sean la piedad y la virtud. Ni peleas ni palabras intemperadas se escuchan; la vagancia nunca se ve.
“No tuvo que sufrir que ninguno de sus sirvientes se diera a las cartas o los dados; sino que permitió que algunos de ellos cuidaran del jardín, asignando a cada uno su terreno; algunos, también, les enseñó a cantar, a algunos a tocar el órgano. Los hombres habitaban un ala de la casa; las mujeres la otra. Solía, antes de ir a dormir, reunirlos a todos y decir algunas oraciones con ellos. No tuvo que sufrir que ninguno de ellos faltase a Misa los domingos o días santos; y en las grandes festividades les ordenaba velar hasta los maitines. Solía tener a alguien que leyera durante la comida, y al terminar, solía preguntar a los demás qué habían entendido de tal o cual pasaje; y así se aseguraba una amistosa comunicación, recreando a todos los hombres allí presentes con alguna broma u otra cosa."
Thomas había nacido en 1480 en Londres, en la casa que su padre, Sir John More, tenía sobre la calle de la leche (Milk Street). Sir John era uno de los jueces de la Corte Suprema y mandó a su hijo a la escuela elemental de la calle de los sastres (Threadneedle Street) y, más tarde, a la escuela de la Casa del Cardenal Morton, por ese entonces arzobispo de Canterbury, primado de Inglaterra y Lord Canciller. El Cardenal tomó mucho aprecio por el niño al que auguraba un futuro extraordinario, no sólo por su inteligencia, sino por su buen humor. Una de las actividades que más gustaba al pequeño Thomas era el teatro y se destacaba especialmente en la comedia.
A los 16 años, el Cardenal envió a su pupilo a Oxford. A pesar de los buenos ingresos de su padre, sólo pagaba por el alojamiento y la comida del joven Thomas que, así, se dedicaba únicamente al estudio con toda su atención. Al principio pareció que su vocación sería la religión, pero pronto comprendió que lo suyo era el Derecho.
Graduado con honores, estuvo primero con los abogados que se reunían en una taberna nueva (New Inn) y rápidamente fue requerido a la taberna de Lincoln, una de los cuatro colegios de profesionales del derecho tradicionales de Londres. Allí se hizo reconocido por su disciplina, honestidad y valentía, pero también por su religiosidad. Trabajaba muchas horas y dormía sólo cuatro o cinco horas. Frecuentaba la capilla de la escuela St. Paul, de donde era director su confesor, el Deán Colet. Algunos de los casos más difíciles recayeron en él y los sacó adelante con éxito.
Algunos de los abogados más prestigiosos y el mismo pueblo común se agolpaban para escuchar sus intervenciones en la corte. Incluso su propio maestro de Oxford quiso ver en acción al joven prodigio. Siendo aún muy chico para las convenciones de la época, casó con Joan Colt, la hija mayor de los Colt de New Hall (Essex), quienes no opusieron reparos ante las perspectivas y reputación del abogadito. Con ella, se estableció cerca de la casa de su familia en Bucklerbury. Y aquí comienza a cambiar la historia.
Poco antes de cumplir 23 años, fue electo miembro de la Cámara de los Comunes en representación de su distrito. Allí se opuso a la dote que el rey Enrique VII exigía por su hija, la princesa Margarita. Por esta “ofensa”, fue a parar a prisión, junto con su padre, hasta que pagaran una inmensa multa que les fue impuesta. Además, se lo amenazó para que abandonase su práctica.
En el sexto año de su matrimonio, Thomas perdió a su mujer. Viudo y con un hijo y tres hijas —Margaret, Elizabeth y Cecily— y sin poder ejercer, no obstante, encontró tiempo de conocer a la viuda Alice Middleton, de quien se enamoró y casó a los tres años. Alice tenía una hija —llamada Margaret como la primera de Thomas— a la que quiso como una más de las suyas. Lo mismo que a Margaret Giggs, una dulce niña huérfana que los More adoptaron. La familia More era ahora grande y se mudaron primero a Crosby y, poco tiempo después adquiere un terreno en Chelsea, junto al río Támesis que en esa época era la principal vía de comunicación, donde comenzará a construir su casa.
Mientras tanto, More había seguido dando consejos legales y su nombre era pronunciado por todos. Fue así que cuando decide retomar su práctica, los ingresos de la familia se vieron muy mejorados. Aproximadamente en este tiempo fue que Thomas conoce personalmente a Erasmo, de quien ya era corresponsal, alrededor de una mesa con cerveza y ostras que el alcalde de Londres ofrecía a su ilustre huésped. Dicen que More preguntó a Erasmo, desconociendo de quién se trataba, “¿De dónde venís?” “— De las tierras bajas.” “— ¿Y qué hacéis allí?” “— Beber de botas y comer ostras vivas.” “O sois Erasmo o el mismo diablo.” “O sois More o nadie.” Rieron a carcajadas.
Erasmo se alojó en lo de los More, una casa “ni magnificente ni provocadora de envidia, sino austera y lo suficientemente cómoda”. Los modales alegres y simpáticos de la familia sorprendieron y gustaron al célebre holandés. Pero sobretodo, la erudición de los hijos de Thomas.
John, Margaret, Elizabeth y Cecily, junto a hermana adoptiva Margaret Giggs y su hermanastra Margaret Middleton, aprendían todos juntos latín, griego, lógica, matemática, filosofía y astronomía. Margaret Moore y Margaret Giggs, incluso, estudiaron medicina y, su padre, las alentó a proseguir estos estudios, y también la teología, aún después de casadas. Sabemos que More hacía competir a sus hijos en las traducciones y en la composición de poesía. De entre todos, se destacó la primera Margaret, “Meg”, casada con William Roper —quien habiéndose pasado al luteranismo, para sufrimiento de su suegro, retornaría a Roma poco antes del martirio de éste—.
Otro humanista como Vives se referirá a las “hijas de More”, notables por su educación y su castidad. De hecho, Hyrde, el traductor del “De Institutione” al inglés, por encargo de la reina María Tudor (que había sido tutelada de Vives), pondrá a las “chicas More” como ejemplo de la necesidad de una buena educación para las mujeres.
Thomas hizo circular entre sus amigos las excelentes —a su juicio— traducciones de su hija Margaret del latín y el griego clásico. Tampoco eran malas sus poesías, según nos dicen las cartas desde la Torre. El mismo Erasmo quiso que la traducción de 1524 de sus Comentarios a la Oración del Señor fuese realizada por Margaret.
La conducta pública de Thomas como canciller es bastante conocida. Tras la muerte de su padre, heredó la casa de los More en Gubbins, Hertfordshire, donde vivirán la viuda y los hijos del mártir, pues les serían retiradas las rentas que le correspondían por su cargo y todas sus propiedades.
Tomás Moro, abogado, humanista, estadista, mártir… y hombre de familia.
Ora pro nobis.



Retrato de la familia More, realizado por Rowland Lockey, 1593/4, sobre la base del retrato pintado "en vivo" por Hans Holbein el Joven en la década de 1520 y que se ha extraviado. De izquierda a derecha: John More (padre de Tomás), Anne Cresacre (nuera), Santo Tomás Moro, John More II (hijo), Cecily Heron (hija), Henry Patenson (criado), Elizabeth Dauncy (hija), Margaret Roper (hija), John More III (nieto), Thomas More II (nieto), Creasacre More (bisnieto), Maria More (esposa de su nieto).

 

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