jueves, 7 de octubre de 2010

De pluma ajena: Consejos de Maquiavelo al apologista de un grupo católico

Anónimo

Se dice con acierto, creo yo, que la apologética no debe ser masoquista. Pero tampoco debe ser angelista. Ni leyendas negras, ni leyendas rosas: las cosas como son, porque es la verdad la que nos hace libres.

Los consejos de Maquiavelo NO aluden a ninguna institución eclesial concreta. Describen lo que puede ser ocasión de pecado para el apologista católico.

Consejos de Maquiavelo al apologista de un grupo católico*.

1. Si alguien denuncia hechos negativos sobre tu grupo, aplicarás siempre el primer principio de mi apologética: la imagen corporativa es más importante que la realidad.

2. Negarás siempre los hechos. Si el denunciante tiene dificultad para probarlos, ganarás en tiempo y tranquilidad. Si no tiene pruebas, tu problema se disolverá.

3. Estigmatizarás a las víctimas para desacreditarlas: resentidos, rebotados, enfermos mentales, anticatólicos, viciosos, etc. No hay persona que no tenga alguna debilidad ascética o psicológica que no pueda explotarse para restarle credibilidad.

4. Ante una denuncia formal, harás todo lo posible para impedir o demorar la intervención de la autoridad eclesiástica. Si la autoridad actúa, buscarás que todo se haga con el mayor secreto posible.

5. Llamarás colaboracionismo con el enemigo a cualquier divulgación de los hechos negativos a la prensa no confesional. Así encubrirás la posible inacción o lentitud de las autoridades eclesiásticas y te ganarás su simpatía.

6. Nunca dejarás de señalar campañas de difamación (anticatólicas, masónicas, izquierdistas, progresistas). La denuncia permanente de esas campañas —reales o ficticias, poco interesa— te será útil como mecanismo de cobertura.

7. Buscarás victimizarte en toda circunstancia. Dirás que perdonas las calumnias, rezas por quienes te acusan, aceptas la cruz... Además, recordarás que hubo santos que sufrieron calumnias. De este modo mejorará tu imagen entre los católicos no muy informados, que se compadecen del que sufre y pueden creer que la persecución es signo de santidad.

8. Reclutarás simpatizantes entre los católicos sencillos, para que defiendan incondicionalmente a tu grupo. Debido a su rusticidad, creerán que prestan un servicio a la Iglesia.

9. Aplicarás a los hechos denunciados el mayor escepticismo posible. Si tienes que reconocer algo, lo harás siempre con muchas reservas.

10. Resistirás con todas tus energías cualquier intento de llegar a conclusiones más o menos generales. Primero, pedirás que no se lleve la generalización al máximo, aunque los denunciantes no pretendan tal cosa. Segundo, negarás cualquier posible relación de los hechos denunciados entre sí o con otros hechos. Tercero, los casos individuales, no importa su número, nunca serán representativos. Cuarto, los testimonios, simples o privilegiados, jamás serán indicios suficientes.

11. Si hay escritos que revelan normas, costumbres o conductas de índole general, te negarás a relacionarlos con los hechos denunciados. Siempre te será útil decir que las normas pueden incumplirse, que se admiten muchas excepciones a las reglas y que los tiempos cambian.

12. Si no tienes más remedio que reconocer hechos negativos, los banalizarás y minimizarás. Primero, usarás de las estadísticas de otros, para enfatizar, por contraste, la bondad de tu grupo. Segundo, darás insuficiente difusión a tus propias estadísticas, para que nadie pueda indagar en profundidad, y contrastar datos. Tercero, buscarás excusas en la Historia de la Iglesia, aprovechándote de la falsedad de las leyendas negras del pasado. Cuarto, difundirás hasta la saturación una leyenda rosa sobre el presente de tu grupo, para compensar posibles pérdidas en la imagen institucional.

13. Aprovecharás la polisemia del término “carisma” para usar a la Iglesia como escudo protector. Si apelar a la infalibilidad resulta muy burdo, mencionarás la asistencia del Espíritu Santo para sobrevalorar cualquier decisión de la autoridad eclesiástica sobre el grupo al que perteneces.

14. Siempre recordarás que tu grupo se compone de una mayoría buena, que irradia el bien a muchos más, para desviar la atención sobre los hechos negativos, y diluir así cualquier responsabilidad.

15. Eludirás las exigencias morales de la justicia y buscarás todas las excusas posibles para no reparar daños. Primero, dirás que nunca has obrado con malicia, como si fuera el único modo de actuar injusto hacia tu prójimo. Segundo, si tienes que reconocer un obrar negligente, te convendrá pedir disculpas en privado, y nunca por escrito, para no dejar pruebas. Tercero, usarás todos los instrumentos legales disponibles para llegar a la insolvencia o limitar al máximo la responsabilidad patrimonial de tu grupo.

16. Buscarás que los damnificados perdonen, olviden, guarden silencio y no te reclamen reparación.

17. No tratarás personalmente con denunciantes o damnificados.

18. Si no tienes otra opción que recibir a denunciantes o damnificados, los escucharás sin contestar directamente a nada de lo que te digan. Responderás con lugares comunes, evasivas y eufemismos. Para que no te acusen de mentiroso, usarás sistemáticamente de la restricción mental. Cuidarás los gestos, emplearás voz dulce y harás consideraciones piadosas (el “omnia in bonum” y la apelación a la “misericordia”, no pueden faltar).

19. Si representas jerárquicamente a tu grupo, jamás rectificarás en público, ni pedirás perdón a las personas damnificadas. Esas muestras de debilidad, perjudican tu imagen institucional.

* N.B. El autor se reconoce deudor (plagiario) de Ludovicus.







 

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