martes, 27 de julio de 2010

A mí me ha sido entregada (III)

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Varias virtudes y condiciones importantes son necesarias para que los cristianos puedan dedicarse a la actividad política concreta.
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3.–Amor a la Cruz, es decir, espíritu martirial, que hace posible vivir libres del diablo y del mundo. No me alargaré en este punto, porque ya lo he tratado en varias ocasiones, por ejemplo en (19). La historia humana es una incesante y tremenda batalla entre las fuerzas de Cristo y las del Maligno, entre la luz y las tinieblas. En esta situación el cristiano, y el político de un modo especial, ha de elegir entre militar bajo la bandera de la Luz divina o militar bajo la bandera de la Mentira diabólica, imperante en el mundo, asociándose en este caso «con los dominadores de este mundo tenebroso, con los espíritus malos» (Ef 6,12). La opción es obligada, inevitable. Y no caben opciones intermedias. «Nadie puede servir a dos señores» (Mt 6,24), y menos si están en guerra.

Pues bien, el cristiano político que no tiene fuerza espiritual para tomar la cruz y seguir a Cristo, el que es incapaz de dar al mundo el testimonio de la verdad, el que está decidido a guardar su propia vida, tiene obligación gravísima de abandonar su profesión, pues si la sigue, se perderá ciertamente en la vida presente y posiblemente en la vida eterna. Por muchas que sean las argucias mentales que elabore para justificarse –no le faltarán ayudas–, su vida política es falsa y diabólica, pues se hace cómplice de quienes pretenden matar a Cristo en la sociedad y destruir su Iglesia. No es una casualidad insignificante que el patrono de los políticos católicos, Santo Tomás Moro, sea mártir.

Vende su alma al diablo, expresión popular muy profunda, el político cristiano que no pone en primer lugar el Reino de Dios y su justicia, sino la prosperidad de sí mismo y de su familia. Así no se puede servir a Cristo Rey. El que quiere guardar su vida, ciertamente la perderá. El que no se niega a sí mismo, el que no toma su cruz cada día, también en el ejercicio de la profesión política, no puede seguir a Cristo (Lc 9,23-24). Traiciona a Cristo y a la Iglesia. Vende su alma al diablo, y éste, cumpliendo el contrato, le da dominio y poder sobre su mundo. No son falsas las palabras del diablo, padre de la mentira, cuando le dice al cristiano lo que le dijo a Cristo: «te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, pues todo mo ha sido entregado y lo doy a quien quiero. Por eso si tú te postras ante mí, todo eso será tuyo» (Lc 4,6-7).

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Tomado de la entrada "Católicos y política –II. virtudes y condiciones" de la excelente bitácora del P. Iraburu, Reforma o Apostasía.




William Frederick Yeames (1835-1918), The Meeting of Sir Thomas More with His Daughter after His Sentence of Death (1863, Colección privada)
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lunes, 26 de julio de 2010

A mí me ha sido entregada (II)

Citábamos en nuestra primera entrega el comentario de Monseñor Straubinger a Lucas 4,6. Nos interesaba el mismo porque no son muchas las ediciones del Evangelio que se detengan en este versículo. Asimismo, los comentaristas que sí se han referido a esta singular afirmación del Demonio, "te daré el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero", suelen salirse cómodamente afirmando que es una mentira del "Padre de la Mentira". Lo cual puede ser, en cierto sentido, pero no en sentido absoluto -- a menos que subestimemos al Diablo... y a Cristo (¿qué tentación podría ser para el Hijo de Dios una mentira evidente?).

Straubinger, sin embargo, se detiene y le dedica un comentario largo e interesante. Vinculando este versículo con afirmaciones contenidas en el Evangelio de Juan y las Cartas Joánicas, además de la 2ª de Pablo a los cristianos Corinto, afirma: 'se trata más bien del imperio de la mundanidad, con “sus glorias y sus pompas” a las cuales renunciamos en el Bautismo, es decir, al mundo actual con sus prestigios, cuyo príncipe es Satanás'.

Vamos a detenernos, entonces, en la cuestión del mundo, y vamos a hacerlo de la mano de unos textos introductorios del célebre filósofo catalán recientemente fallecido Francisco Canals Vidal. Y vamos a hacerlo con Canals por varias razones. Entre otras, porque el profesor de Bacerlona fue uno de los principales especialistas en Filosofía y Teología de la Historia, porque dedicó unas conferencias muy recordadas al Mundo Histórico y el Reino de Dios --tal el título del libro que las recopiló--, y, además, porque ha sido uno de los pocos que se ha dedicado a explicar la posible concordancia entre los textos que citaremos a continuación y los introductorios de la Gaudium et Spes.

Al hablar de Mundo histórico y Reino de Dios… será conveniente comenzar leyendo algunos textos del Nuevo Testamento con cierta intención sistemática, tratando de sentir el tremendo misterio que se encierra en la palabra mundo. Se trata de textos que subrayan el aspecto “negativo” de los conceptos mundo y siglo y que nos plantearán cuestiones y perplejidades que la Palabra de Dios irá aclarando desde la comprensión del Reino.

El apóstol Santiago el Menor, cuando dice que la fe sin las obras está muerta (respondiendo al que, pensando ser religioso, oye la Palabra pero no la cumple y se engaña a sí mismo) agrega:

“Si alguno piensa que es un hombre religioso, pero no refrena su lengua sino que engaña su corazón, la religión de éste es vana. La religión pura y sin mancha a los ojos de Dios Padre es ésta: asistir a los huérfanos y a las viudas en su tribulación (son las obras de misericordia para con el prójimo), y guardarse del mundo sin contaminarse (guardarse del mundo, del siglo, de modo que el mundo no nos manche).” [St. 1, 26-27.]

Aquí aparece la palabra griega cosmos, que el texto latino traduce por saeculo. Es frecuente esta duplicidad de estilos que cambia una palabra por otra. Para “guardarse incontaminado de este siglo”, para ser religioso, no hay que “mancharse” del mundo: hay que “guardarse” del mundo de modo que el mundo no nos contamine.

En la Epístola primera de San Juan (aquella bellísima epístola que comentó tan espléndidamente san Agustín), donde nos aconseja el precepto de la caridad, al explicar que el que no ama al prójimo es un mentiroso, dice:

No améis al mundo, ni a lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor de Dios Padre, pues todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida, que no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa y su concupiscencia. El que cumple la voluntad de Dios permanece para siempre.” [I Joh. 2, 15-17.]

En la misma Carta de San Juan se habla de nuestra fe, de la fe cristiana

El que nace de Dios vence al mundo; ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” [I Joh. 5, 4-5.]

Se trata de un eco de las palabras del Señor: “En el mundo pasaréis tribulaciones, pero confiad: Yo he vencido al mundo.” En otro capítulo, explicando la presencia en su tiempo del espíritu del Anticristo, dice el Apóstol:

“Carísimos, no creáis a todo espíritu; contrastad los espíritus si son de Dios, porque muchos falsos profetas salieron a este mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesús como Cristo que ha venido en carne, es de Dios; todo espíritu que rompe la unidad de Jesús, no es de Dios; éste es el espíritu del Anticristo que habéis oído ya que viene, y que ahora ya está en el mundo. Vosotros, hijitos, sois de Dios, y lo habéis vencido; porque mayor es el que está con vosotros que el que está en el mundo. Ellos son del mundo: por eso hablan inspirados por el mundo, y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios: el que conoce a Dios nos escucha; y el que no es de Dios, no nos escucha. En esto se conoce al Espíritu de la verdad y el espíritu de la seducción.” [I Joh. 4, 1-6.]

En el Evangelio de san Juan, en el transcurso del sermón de la Última Cena y la oración sacerdotal, se lee lo siguiente:

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido primero que a vosotros. Si del mundo fuerais, el mundo tomaría lo que es suyo; pero no sois del mundo, sino que yo os entresaqué del mundo, por eso el mundo os aborrece.” [Joh. 15, 18-19.]

El texto que sigue nos hace ver lo difícil, misterioso, escandaloso y desconcertante que es “el mundo”; pero nos va introduciendo en la solución de la perplejidad que nos ha planteado el evangelista san Juan, precisamente al relacionar “el mundo” con “el demonio”, a quien llama “Príncipe de este mundo”, y anuncia la venida del Paráclito, del Espíritu Santo:

“Cuando venga, argüirá al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio. Sobre el pecado probará al mundo que es pecador, porque no han creído en mí; sobre la justicia, porque voy al Padre y vosotros ya no me veréis; sobre el juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” [Joh. 16, 8-11.]

El Príncipe de este mundo —no hay ninguna duda— es Satanás, que ya ha sido juzgado. Pero tanto en el texto latino como en el griego, en lugar de decir “del mundo”, dice “del mundo éste. Después encontraremos un comentario de San Agustín en un texto parecido al anterior que atiende a esta precisión: “el mundo éste”, cuyo príncipe es Satanás, que ha sido ya juzgado.

Este modo de hablar del Señor, que emplean también los apóstoles, lo volvemos a encontrar en aquel texto del Evangelio que hemos oído leer y comentar tantas veces y que es el diálogo de Jesús con Pilato, cuando le dice Jesús:

“Mi Reino no es del mundo éste. Si fuese del mundo éste, mis partidarios habrían luchado para que no cayese en manos de los judíos. No está aquí mi Reino (no es del mundo éste).” [Joh. 18, 36.]

Ahora vamos a ver algunos textos de san Pablo. Este modo de hablar, “el mundo éste”, lo encontraremos también con otro término: “el siglo éste”. En los pasajes siguientes, la palabra siglo no quiere decir el siglo XX, sino que se le da el sentido de pecado y salvación:

“Confortaos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos de la armadura de Dios para que podáis sosteneros ante las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra carne y sangre (bíblicamente quiere decir: no es contra hombres, ni contra pasiones o concepciones o voluntades humanas), sino contra los principados, las potestades (que son ángeles caídos o demonios) y los rectores de este mundo tenebroso (son los gobernadores del mundo, los que rigen el universo).” [Eph. 6, 10-12.]

San Agustín, comentando el salmo 54, cita este texto de san Pablo y dice:

“Nuestra lucha no es contra carne ni sangre, esto es, no es contra los hombres que veis, sino contra príncipes y rectores del mundo de estas tinieblas. No sea que por haber dicho rectores del mundo entendieses que los demonios rigen el cielo y la tierra, que tienen el poder que sólo Dios tiene.” [San Agustín, Enarrationes in psalmos, Salmo 54 (BAC, vol. XX).]

Los mayores enemigos del cristianismo sostenían que este mundo estaba regido por un soberano malo, que era el Dios del Antiguo Testamento, y que Cristo, en cambio, era enviado por un Dios bueno que venía a librarnos de la ley de Moisés. Según esta concepción, todos los autores del Antiguo Testamento estaban inspirados por un Dios malo que había creado el mundo. Así se expresaban todas las gnosis, Marción y los maniqueos.

San Agustín lo sabe muy bien, y por eso nos pone en guardia. Cuando dice “los rectores del mundo” no atribuye el gobierno del mundo a los demonios, no. Dice “este mundo de estas tinieblas”, significando el mundo de los que aman al mundo, el mundo de los que no aman y de los inicuos, el mundo que no conoció a Cristo, el mundo que odia a los discípulos del Señor. “Os doy la paz que el mundo no puede dar” [Joh. 14, 27], dice el Señor. Este mundo es el que es regido por estas tinieblas. Y en este sentido, el Príncipe de este mundo es Satanás, y los demonios son los rectores de este mundo.

Cuando se oye decir que “en el mundo es todo bueno”, que “el cristiano no rehuye ningún valor”, que “todos los valores de la cultura y los bienes de la naturaleza son asumibles por el hombre y son buenos”, y que “no tenemos que enfrentarnos a las aspiraciones humanas, sino conciliarnos con ellas porque son todas legítimas y encuentran en el Reino de Dios su plenitud”, sucede que, si sólo se dice esto citando algunos textos del Nuevo Testamento, hacemos como Satanás, que también citaba textos de la Escritura cuando tentaba a Jesús. Para entender a san Pablo, a los demás apóstoles, a los santos Padres, y al Concilio Vaticano II es necesario pensar en todas estas cosas.

En el texto de Gaudium et Spes… se dice que los cristianos creemos que el mundo ha sido creado por el amor de Dios, pero que está esclavizado por el pecado y puesto bajo el poder de Satanás. Dios ha quebrantado este poder muriendo y resucitando, y dándonos su gracia para transformar el mundo y llevarlo a su perfección. La plenitud de la perfección del mundo, que es bueno, requiere el quebranto del poder de Satanás, la aceptación de la muerte redentora, el reconocimiento del pecado del mundo, que vino el Cordero de Dios a quitar. Desde esta perspectiva se puede ir entendiendo este misterio.

En la Escritura hay centenares de textos como los que se han citado. Por ejemplo: “Señor, levántate, no prevalezca el hombre” [Sal 9, 20], “Conozcan los hombres que no son más que hombres” [Sal 9, 21]. En otro pasaje, el escritor sagrado exhorta, con ironía: “¡Dejad de confiar en el hombre, cuyo hálito está en su nariz!, pues ¿en cuánto ha de ser estimado?” [Is. 2, 22]. Es imagen de Dios y destinado a la vida eterna, pero el pecador no lo obtendrá por su propia fuerza si no reconoce su pecado y la necesidad de la misericordia divina. Por esto está llena de ironía la exclamación “¿en cuánto ha de ser estimado el hombre?”. La impotencia del hombre para su propia salvación no la ha negado nunca nadie salvo los herejes pelagianos, los naturalistas o los que no son cristianos. Pero otra cosa distinta es que prácticamente lo aceptemos, lo vivamos, lo sintamos.

[…]

San Pablo dice que no ha venido a predicar la sabiduría de los hombres para que la fe no se apoye sino en el poder de Dios:

“Entre los cristianos perfectos, hablamos de una sabiduría que no es del siglo éste, ni de los príncipes del siglo éste, destinados a ser destruidos.”[1 Cor 2, 6]

Puede referirse a los demonios, que tienen que ser derrotados, o bien a los príncipes de este mundo, los hombres prestigiosos, los grandes sabios, los grandes filósofos…, los hombres importantes, en cuanto estén enorgullecidos y estén separando la humanidad del gobierno divino. Éstos están destinados a ser destruidos, porque toda soberbia humana quedará humillada en el cielo: “Para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en la virtud de Dios.” [1 Cor 2,5]





Las gárgolas de en las esquinas y cornizas exteriores de las catedrales góticas eran una forma de representar el desprecio por el "mundo éste".
[Fuente: http://icarushasfallen.wordpress.com/]

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miércoles, 21 de julio de 2010

A mí me ha sido entregada (I)



Et sustulit illum et ostendit illi omnia regna orbis terrae in momento temporis; et ait ei Diabolus: “Tibi dabo potestatem hanc universam et gloriam illorum, quia mihi tradita est, et, cui volo, do illam: tu ergo, si adoraveris coram me, erit tua omnis.” Et respondens Iesus dixit illi: “Scriptum est: ‘Dominum Deum tuum adorabis et illi soli servies’.” Lucam IV: 5-8

Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.” Jesús le respondió: “Está escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.’” Lucas IV: 5-8

emoi paradedotai emoi (a mí) paradedotai (me ha sido entregada) dice el texto griego. A lo largo de esta serie que aquí comienza y no sabemos cuándo ni cómo termina, iremos intentando descrifrar este misterio.

Por de pronto, dejo aquí el texto del comentario de Mons. Straubinger:

Podría decirse que Satanás “padre de la mentira” (Jn VIII: 44) habla aquí como impostor al atribuirse frente a Cristo un dominio que precisamente le está reservado a Jesús (Mt XXVIII: 18; Ps. II: 8; Ps. LXXI: 8 ss.; Dn VII: 14, etc.). Debe observarse sin embargo que aquí no se alude ni a ese reino de Jesucristo, que no tendrá fin, ni tampoco al dominio actual sobre la naturaleza, que evidentemente pertenece a Dios (cf. Ps. CIII y notas) y del cual nos enseña Jeremías que ni los mismos cielos pueden producir la lluvia sin una orden Suya (Jr XIV: 22); sino que se trata más bien del imperio de la mundanidad, con “sus glorias y sus pompas” a las cuales renunciamos en el Bautismo, es decir, al mundo actual con sus prestigios, cuyo príncipe es Satanás (Jn XII: 31; I Jn II: 15; I Jn V: 19) mediante sus agentes (cf. 22, 53; Jn XVIII: 36). Tal es el mundo que odia necesariamente a Cristo (Jn VII: 7; XV: 18 ss.), aunque a veces haga profesión de estar con Él (véase Mt VII: 21 ss.; II Cor XI: 13 ss. y nota). Sobre este mundo adquirió Satanás, con la victoria sobre Adán un dominio verdadero (cf. Sap II: 24 y nota) del cual sólo se libran los que renacen de lo alto (Jn III: 3; Col I: 13), aplicándose la Redención de Cristo mediante la fe que obra por la caridad (Gal V: 6). A éstos llama Jesús, dirigiéndose al Padre, “los que Tú me diste” (Jn XVII: 2) y dice que ellos están apartados del mundo (ibid. 6), y declara expresamente que no ruega por el mundo, sino sólo por aquellos (ibid. 9) que no son del mundo, antes bien son odiados por el mundo (ibid. 14). A v. 8: Véase Deut VI: 13; X: 20; Mt IV: 10 y nota.






Detalle del mosaico de las Tentaciones de Cristo de la Basílica de San Marcos (Venecia).

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lunes, 19 de julio de 2010

Teología de la historia: Lo que Sam y Frodo sabían

—A mí no me gusta nada de aquí: piedra y viento, hueso y aliento. Tierra, agua, aire, todo parece maldito. Pero es el camino que nos fue trazado.

—Sí, es verdad —dijo Sam—. Y de haber sabido más antes de partir, .no estaríamos ahora aquí seguramente. Aunque me imagino que así ocurre a menudo. Las hazañas de que hablan las antiguas leyendas y canciones, señor Frodo: las aventuras, como yo las llamaba. Yo pensaba que los personajes maravillosos de las leyendas salían en busca de aventuras porque querían tenerlas, y les parecían excitantes, y en cambio, la vida era un tanto aburrida: una especie de juego, por así decir. Pero con las historias que importaban de veras, o con esas que uno guarda en la memoria, no ocurría lo mismo. Se diría que los protagonistas se encontraban de pronto en medio de una aventura, y que casi siempre ya tenían los caminos trazados, corno dice usted. Supongo que también ellos, corno nosotros tuvieron muchas veces la posibilidad de volverse atrás, sólo que no la aprovecharon. Quizá, pues si la aprovecharan tampoco lo sabríamos, porque nadie se acordaría de ellos. Porque sólo se habla de los que continuaron hasta el fin... y no siempre terminan bien, observe usted; al menos no de modo que la gente de la historia, y no la gente de fuera, llama terminar bien. Usted sabe qué quiero decir, volver a casa, y encontrar todo en orden, aunque no exactamente igual que antes... corno el viejo señor Bilbo. Pero no son ésas las historias que uno prefiere escuchar, ¡aunque sea las que uno prefiere vivir! Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído.

—A mí también —dijo Frodo—. Pero no lo sé. Y así son las historias de la vida real. Piensa en alguna de las que más te gustan. Tú puedes saber, o adivinar, qué clase de historia es, si tendrá un final feliz o un final triste, pero los protagonistas no saben absolutamente nada. Y tú no querrías que lo supieran.

—No, señor, claro que no. Beren, por ejemplo, nunca se imaginó que conseguiría el Silmaril de la Corona de Hierro en Thangorodrim, y sin embargo lo consiguió, y era un lugar peor y un peligro más negro que este en. que nos encontramos ahora. Pero ésa es una larga historia, naturalmente, que está más allá de la tristeza... Y el Silmaril siguió su camino y llegó a Eärendil. ¡Cáspita, senor, nunca lo había pensado hasta ahora! Tenemos... ¡usted tiene un poco de la luz del Silmaril en ese cristal de estrella que le regaló la Dama! Cáspita, pensar... pensar que estamos todavía en la misma historia. ¿Las grandes historias no terminan nunca?

—No, nunca terminan como historias —dijo Frodo—. Pero los protagonistas llegan a ellas, y se van cuando han cumplido su parte. También la nuestra terminará, tarde... o quizá temprano.

—Y entonces podremos descansar y dormir un poco —dijo Sam. Soltó una risa áspera—. A eso me refiero, nada más, señor Frodo. A descansar y dormir simple y sencillamente, y a despertarse para el trabajo matutino en el jardín. Temo no esperar otra cosa por el momento. Los planes grandes e importantes no son para los de mi especie. Me pregunto sin embargo si algún día apareceremos en las canciones y en las leyendas. Estamos envueltos en una, por supuesto; pero quiero decir: si la pondrán en palabras para contarla junto al fuego, o para leerla en un libraco con letras rojas y negras, muchos, muchos años después. Y la gente dirá: “¡Oigamos la historia de Frodo y el Anillo!”. Y dirán: “Sí, es una de mis historias favoritas. Frodo era muy valiente ¿no es cierto, papá?”. “Sí, hijo mío, el más famoso de los hobbits, y no es poco decir.”

—Es decir demasiado —respondió Frodo, y se echó a reír una risa larga y clara que le nacía del corazón. Nunca desde que Sauron ocupara la Tierra Media se había escuchado en aquellos parajes un sonido tan puro. Sam tuvo de pronto la impresión de que todas las piedras escuchaban y que las rocas altas se inclinaban hacia ellos. Pero Frodo no hizo caso; volvió a reírse—. Ah, Sam, si supieras… —dijo—, de algún modo oírte me hace sentir tan contento como si la historia ya estuviese escrita. Pero te has olvidado de uno de los personajes principales: Samsagaz el intrépido. “¡Quiero oír más cosas de Sam, papá! ¿Por qué no ponen más de las cosas que decía en el cuento? Eso es lo que me gusta, me hace reír. Y sin Sam, Frodo no habría llegado ni a la mitad del camino, ¿verdad, papá?”

— Vamos, señor Frodo —dijo Sam—, no se burle usted. Yo hablaba en serio.

—Yo también —dijo Frodo—, y sigo hablando en serio. Estamos yendo demasiado a prisa. Tú y yo, Sam, nos encontramos todavía atascados en los peores pasajes de la historia, y es demasiado probable que algunos digan al llegar a este punto: ‘Cierra el libro, papá, no tenemos ganas de seguir leyendo’.

—Quizá —dijo Sam—, pero no es eso lo yo diría. Las cosas hechas y terminadas y transformadas en grandes historias son diferentes. Si hasta Gollum podría ser bueno en una historia, mejor que ahora a nuestro lado, al menos. Y a él también le gustaba escucharlas en otros días, por lo que nos ha dicho. Me gustaría saber si se considera el héroe o el villano…




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jueves, 15 de julio de 2010

A ver si entendemos... "écrasez l'infâme"


“...Destaco... la importancia de la fecha, 14 de julio, la primera revolución laica en el mundo. Una revolución impresionante que modifica las estructuras de un país, Francia; que plantea fuertemente la visión de un Estado... Tiene que ver con este debate... Esa Revolución avanzó mucho más, a cosas que nosotros no nos planteamos, como fue la expropiación de los bienes de la Iglesia, en realidad no vamos a llegar a tanto.

“Todo el mundo sabe que hubo un debate en el conjunto de obispos en Argentina... Y ganó la línea dura, ganó la línea de Ratzinger, ganó la línea del Papa, ganó la línea de la derecha vaticana más dura... Realmente es increíble este pensamiento retrógrado que viene construyéndose como una concepción, como una doctrina que ha nutrido a todo el cardenalato vaticano y al Papa actual.

“Siguen sosteniendo cosas que el tiempo y la realidad social, la vida, va determinando la necesidad de adaptarse y las instituciones que no se adaptan corren el riesgo de morir, de hecho están perdiendo la batalla en la calle con muchas religiones evangélicas, yo veo eso casi con preocupación a veces, como católico, como católico que tiene su postura, sus contradicciones, no profesa… pero son dudas existenciales.

Me preocupa el futuro de la Iglesia, en torno a esas visiones tan trogloditas que sostiene en los debates sociales, que es lo que ha complejizado este debate.

"Es la Iglesia argentina la que ha llevado a extremos este debate."

"La objeción de conciencia... es más propio de la Alemania nazi que de un Estado democrático".

-- Miguel Angel Pichetto, presidente del bloque de senadores del Frente para la Victoria (kirchnerismo).






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lunes, 5 de julio de 2010

¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera?

Quomodo cantabimus canticum Domini in terra aliena?

Ps. 137, 4

Guy had no wish to persuade or convince or to share his opinions with anyone. Even in his religion he felt no brotherhood. Often he wished that he lived in penal times when Broome had been a solitary outpost of the Faith, surrounded by aliens. Sometimes he imagined himself serving the last Mass for the last Pope in a catacomb at the end of the world.

Evelyn Waugh, Men at Arms.

Domingo, 20 ¼ horas. Misa, parroquia del centro de Buenos Aires. No demasiada gente. Algunos adolescentes (muy pocos para la hora), varias señoras solas de entre 50 y 60 años. Coro desafinado, bombo y dos guitarras, tocando la feísima canción del Congreso Eucarístico—melodía de jingle televisivo, letra demasiado nebulosa. Celebra uno de los obispos auxiliares porteños. Hace su entrada, en medio de la música, a paso redoblado, junto a dos seminaristas en alba. Comienza con “Buenas noches… La paz está con ustedes.”

Sonamos… De ahí en más, viejos conocidos: agregados y “arreglos” al leccionario. Ya Dios no es todo poderoso, ni Cristo reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo… Y se produce la desconexión. Algo así como la “absentia mentis” de Santo Tomás; sólo que ni yo soy el Aquinate, ni el que está enfrente con aires de showman es San Luis. Ni mi cabeza está enfrascada en una refutación de los maniqueos… sino que se esfuerza en imaginar que, más allá de todos los abusos, la demagogia desplegada, el show descuidado, los cambios de letra hasta en la consagración, está Nuestro Señor Jesucristo verdadera y realmente presente bajo las especies de pan y vino. Encima, en la colecta pedimos por los “mártires” palotinos...

Dudamos si en verdad no nos estamos ejercitándonos en alguna clase de “wishful thinking” que en no sea más que mera superstición. Pues si bien sabemos que la validez del sacramento está en “hacer por lo menos lo mismo que hace la Iglesia” (Conc. Trid., Sess. VII, Sacr. Com. can. XI); también que esa intención se expresa en actos exteriores que hacen al rito propio de cada sacramento, por lo que si externamente no se sigue el rito, aunque no podamos afirmar la invalidez del sacramento (que viene dada por la intención real interna del ministro), tampoco podemos afirmar lo contrario.

Ahora bien, me pregunto, ¿por qué no cruzamos entonces la Av. Rivadavia en busca de los neo-donatistas? Pero, dudo si hace por lo menos lo mismo que hace la Iglesia quien está en cisma material. “For materialiter schism it is.” Pues si cisma es “el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (CIC can. 751c); aunque ese cisma no sea formal como lo ha expresado Ecclesia Dei numerosas veces, sí se expresa materialmente en una serie de “actos cismáticos”, por ejemplo en la violación de la jurisdicción necesaria para administrar sacramentos como la penitencia y la confirmación, y de asistir al matrimonio, o en la infracción de todo el régimen procesal canónico. ¿Y entonces?

“La superstición, ‘suspender el juicio’, como comencé a decir, es el opuesto exacto a ‘entender’. Y para grandes cantidades de católicos de hoy, no sólo la teología de Santo Tomás, sino la misma Fe se ha convertido en una superstición. Damos asentimiento sin creer, porque creer supone algún grado de entendimiento. La fe, como la ciencia, sin inteligencia es magia. Para muchos—la mayoría bajo cierta edad—la Misa de ahora poco entiende sobre el acto más grande del universo, ante el cual los ángeles se arrodillan; con la pérdida de la cultura y la ayuda de los liturgistas, la mayoría de los católicos lo ven ahora principalmente como una forma de compartir la presencia de Cristo en cada uno, especialmente mediante la parodia del beso de la paz de los benedictinos… Un sacramento, como sabemos, es un signo que efectúa lo que significa mediante la moción directa de Dios. La magia, el opuesto exacto, es la manipulación ilegítima de signos en ausencia de la causa; en la magia no hay lugar alguna para la causa, sino una ilusión, lo que no significa que no haya otros efectos debidos a otras causas: los magos del Faraón casi equipararon todos los milagros de Moisés…”

“Un teólogo me dijo una vez cuando me quejé acerca de la distribución de la Comunión de manos de laicos, ‘¡recibiría la Comunión del mismo diablo si esa fuera la única forma de hacerlo!’. Creo que estaba equivocado. Me apego a Newman quien, en una situación similar, dijo que ‘esperaría mejores días’.”

“En algunas iglesias aún tocan las campanas durante la Elevación de modo que tanto quienes están trabajando como sufriendo en un hospital puedan realizar una comunión espiritual. Las campanas son una bendición que resuena en círculos hasta las colinas sin fin.” (John Senior, The Restoration of Christian Culture).

Eterno Padre os ofrezco la Sangre, el Alma, el Espíritu, el Cuerpo y la Divinidad preciosísima de Tu Hijo Jesús en expiación de mis pecados, los pecados del mundo entero y las necesidades de nuestra Santa Iglesia Católica. Amén.

Quiera Dios que algún día podamos decir plenamente, Panem Angelorum manducavit homo, et paratur ei mensa Domini. Mientras tanto,

I conceive I should never give up my certitude in that truth which on sufficient grounds I determined to come from heaven. If I so believed, I should not pretend to argue, or to defend myself to others; I should be patient; I should look for better days; but I should still believe. (John H. Newman, Grammar of Assent.)



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