jueves, 12 de mayo de 2011

Aquí no pasó nada...


La crisis del catolicismo europeo tradicional

 

Stuart Chessman, The Society of St. Hugh of Cluny, 11 de Mayo de 2011

Sandro Magister en su bitácora una vez más nos llama la atención sobre un ensayo subrayable. Acompañando la reciente visita del Papa a Venecia, L’Osservatore Romano publicó un interesantísimo artículo y encuesta de Alessandro Castegnaro sobre las creencias y la práctica entre los católicos del la esquina nordeste de Italia y cómo éstas han evolucionado en los últimos 50 años. De acuerdo con este autor al menos, esta region fue alguna vez el baluarte de la práctica religiosa del norte italiano. Lo que sucedió en los últimos 50 años es la misma triste historia que nos es familiar. La asistencia a Misa dominical cayó desde 80% a comienzos de los ’60 – porcentaje ejemplar para Italia en ese tiempo – a apenas un 26-28%. 90% de los entrevistados reconocieron con algún nivel de certeza la existencia de Dios – pero sólo la mitad de ellos aceptó la existencia de un “Dios cristiano”. 80-90% tenía algún tipo de creencia en la vida después de la muerte, pero sólo 30% creía en la resurrección. En el Alto Adigio (Tirol Meridional) bastante más del 90% de los niños está bautizado – pero 48% son extramatrimoniales. Mientras que la vasta mayoría de la población del Véneto aún se considera cristiana, el grado con el que aceptan las enseñanzas y la moral de la Iglesia varía ampliamente. Lo que existe hoy es un espectro amplio de creencias y prácticas religiosas individuales. “Han aparecido catolicismos múltiples.”
Ahora bien, muchos observadores inteligentes que previeron o describieron esta situación la han visto como la consecuencia natural de decisiones asociadas al Concilio Vaticano II, el Post-concilio o ambos. El P. Gomar De Pauw habló (¡en 1965!) de un laicado estadounidense al que los obispos que regresaban del Concilio le decían que ahora se podía ser católico sin practicar el catolicismo. Más tarde, Malachi Martin escribió acerca de iglesias, movimientos y comunidades “autozoícas”, que existían individualmente dentro de la Iglesia en una marco cada vez más nebuloso. George Weigel se refirió a la “Tregua de 1968”, cuando, en relación a la Humanae Vitae, el Vaticano aceptó de facto y, de hecho, apoyó el “disenso” interno en la Iglesia respecto a su magisterio, tanto en la teoría como en la práctica. A día de hoy, la Iglesia institucional se yergue formalmente firme y los católicos siguen considerándose tales – pero para la mayoría, lo sustancial de la fe y la práctica católica ha sufrido una transformación radical. Por su parte, la jerarquía no se atreve a desafiar este estado de cosas por miedo de “cisma”. Mantener la “gran fachada” de la unidad eclesial y del control jerárquico se ha convertido en un fin en sí mismo.
Castegnano ofrece una descripción sucinta y perceptiva sobre el catolicismo del tiempo presente. Lamentablemente, no logra dar con un análisis igualmente convincente acerca de cómo se llegó a esta situación. En cambio, en los párrafos inicial y final de su artículo (los que Sandro Magister no reproduce en su bitácora), insinúa que el catolicismo tradicional del Véneto como existió hasta los ’60 se apoyaba en el subdesarrollo económico, la identidad social con un grupo y el conformismo religioso. Este mundo se ha visto conmovido por el progreso económico, el consumismo, la inmigración, etc. Obviamente estos hechos tuvieron sus efectos – pero ¡Castegnano ni siquiera menciona los cambios significativos que hubo en la misma Iglesia en los últimos 50 años! De acuerdo con él, lo que reemplazó al catolicismo popular tradicional es una religión de “elección… en libertad” por aquéllos que “no buscan evadirse de las preguntas del hombre contemporáneo y viven en el precipicio de una búsqueda incierta”. De este modo, Castegnaro parecería concluir que la pérdida de la cultura católica y el declive de la práctica religiosa son desarrollos positivos. El mismo tipo de sinsentido (acerca del “gueto católico” y de los nuevos “cristianos maduros” que emergían de él) podría haber sido escrito en los ’60 – parece que nada ha cambiado. Pasará mucho tiempo hasta que la retórica y las actitudes de la “hermenéutica de la ruptura” desaparezcan de la prensa católica oficial.



La Iglesia en ruinas, pero aquí no pasa nada.

 

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