miércoles, 5 de agosto de 2015

Peterwardein


Durante la primera mitad del año del Señor 1716, el gran visir Damat Alí logró reunir en la ciudad amurallada de Belgrado una fuerza de ciento cincuenta mil soldados al servicio de la Sublime Puerta. El objetivo final: Viena. 

A fines de julio, cuarenta mil temibles jenízaros, veinte mil sipahi (caballería pesada turca) y diez mil tártaros, más un número importante de moldavos y kuruc (húngaros a caballo) cruzaron el Sava por Zemun y avanzaron por la orilla derecha del Danubio hacia Carlowitz (hoy Sremski Karlovci). 

El príncipe Eugenio de Saboya, comandante en jefe de las fuerzas del Sacro Imperio Romano, decidió frenar a los otomanos en la fortaleza de la hoy Petrovaradin, impidiéndoles así cruzar el Danubio y entrar en la llanura húngara. Un ejército de ochenta y tres mil imperiales —austríacos, croatas, húngaros, italianos, checos y serbios— partió de Futog y de los puestos fronterizos en dirección a la saliente danubiana del Voivodato Serbio. 

El 2 de agosto tuvo lugar la primera escaramuza entre la vanguardia imperial y la caballería otomana. Al siguiente día, el Gran Visir ordenó la excavación de trincheras y el bombardeo de la fortaleza que pretendía tomar antes de que el grueso de las fuerzas austríacas tuviese tiempo de cruzar el Danubio. 

A las 7 de la mañana del 5 de agosto, aún con parte de sus fuerzas en la orilla de enfrente, el Príncipe Eugenio lanzó su propia ofensiva. El flanco derecho, a las órdenes del príncipe Carlos Alejandro de Württemberg, arrasó con la artillería otomana, pero las tropas del centro aún no podían salir de la fortaleza por la puerta principal, siendo atacados duramente por los jenízaros que los obligaron a regresar. Eugenio redobló la apuesta, comprometiendo casi toda su infantería en el centro, mientras que arriesgó la caballería por los flancos. El Gran Visir, desesperado ante la posibilidad de verse desposeído de sus jenízaros, comprometió inútilmente a los sipahis en la ruptura de la bolsa. La caballería imperial, especialmente los durísimos Coraceros del duque Maximiliano Guillermo de Hannover, resistieron heroicamente. Los tártaros, asustados, comenzaron a retirarse sin haber siquiera entrado en combate. Finalmente, el comandante otomano decide suspender el ataque para reagrupar sus fuerzas. Sin tiempo para recuperar el aliento, el Príncipe Eugenio reunió a toda su caballería y poniéndose a la cabeza, avanzó sobre el campamento del Gran Visir, apoyado por el fuego de la artillería de seis pequeñas fragatas de la flota danubiana austro-veneciana. 

A las 2 de la tarde, los imperiales dieron por finalizada la batalla. El Gran Visir estaba entre los muertos. Menos de cincuenta mil otomanos lograron llegar a Belgrado. 

En la colina desde la que se contempla el campo de batalla, Tekija, se levanta la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. Por especial concesión de la Santa Sede, la iglesia tiene dos altares, uno ortodoxo y otro católico. Todos los 5 de agosto, se realiza hasta allí una populosa peregrinación. 

En octubre, el Príncipe Eugenio conquistará, a pesar de una durísima resistencia, la ciudad fortificada de Temeswar (hoy Timisoara), la capital del Banato. Un año después, tras una legendaria batalla, caerá en su poder Belgrado. La última de las grandes victorias del “Prinz Eugen der edle Ritter” del folclore germano. 

 

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