Cuando era chico estudiábamos en el colegio la riqueza subterránea de la Argentina y los manuales se lamentaban porque no se explotaban. Cuando fui un poco más grande, estudiamos en la Facultad que la minería exige grandes inversiones iniciales con mínimas probabilidades de éxito, capitales que la Argentina no posee, inversiones que son extremadamente riesgosas en el caso de ser hechas por el Estado que, en general, tiene otras prioridades más urgentes. La única solución eran inversiones extranjeras con complicadísima ingeniería financiera e impositiva. No digo que Barrick sea trigo limpio, los conozco desde que eran una empresa de 3 personas en una oficina del Microcentro, pero no hay muchas mineras con la capacidad y las ganas de invertir acá a esa escala.
En la Argentina, el ecologismo estúpido va a arruinar la industria minera que no es ni por asomo la más contaminante. En vez de controlar mejor, directamente suprimimos una fuente privilegiada de riquezas para el país. Los argumentos son tan idiotas que llaman la atención. Próximamente —con los mismos argumentos— prohibirían los cuchillos de cocina, las estufas y los automóviles; porque (respectivamente) se pueden usar para cometer asesinatos, muchos mueren por asfixia y hay muchos muertos en accidentes de tránsito.