El totalitarismo de lo políticamente correcto sigue a toda máquina en Alemania (país acostumbrado a los totalitarismos de todo signo —desde Lutero a Honecker, pasando por Westfalia, Federico el Grande, G.W. Hegel, Bismarck y Hitler—), pero que por su poderío económico se convierte fácilmente en modelo para otros.
Y ahora va por las redes sociales, cuyas políticas de seguimiento de clientes y no clientes (cf. artículo "Francia multa con 150.000 euros a Facebook por trazar a los internautas"), impulsadas por motivos comerciales, son fácilmente ampliables a causas político-sociales. Y, como todo totalitarismo, genera sus propios rebeldes (cf. artículo de J. Bartlett de ayer).