viernes, 4 de septiembre de 2009

Unidos por el amor a la verdad...

Lindas fotos aquí del Acto en Homenaje a Carlos VII que difundiéramos días pasados. Lindo ver en ellas a varios amigos, algunos más cercanos que otros pero todos buenos.


Lindo, también, ver sentados a pocos metros a algunos que suelen darse con todo en los debates que se arman en Wanderer, como por ejemplo en esta entrada. Recordé un fragmento de una lindísima carta que Jack Tollers escribiera a un amigo y que me ha impresionado (mucho y bien). Dice así,

«Amicus Plato, sed magis amica veritas» fue su elección definitiva (en griego, no en latín). Más amigo, mucho más amigo, infinitamente superior a cualquier otra consideración, gratitud, respeto humano, lo que sea: allí estaba el rival sin par. Soy -¡y cómo no!- amigo tuyo, pero infinitamente más amigo de la verdad (eso se lo había enseñado, claro, Platón).

Esto de tener que elegir se las trae, ¿sabes? Uno querría que no, pero a veces no hay remedio:

Desde ahora, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos, y dos contra tres.

Estarán divididos, el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.

¿Desde cuándo? La respuesta está en el Evangelio: desde ahora, desde que llegué al mundo, y no se les vaya a ocurrir a ustedes que vine a traer paz a la tierra, idea imbécil si las hay (Lc. XII, 51).

¿Paz? Tu abuela. Y he aquí entonces la tercera paradoja: soy amigo tuyo en la medida en que sea capaz de pelearme con vos por decirte algo, o corregirte, o lo que sea. Y ciertamente que no espero menos de tu parte.

Nosotros, el grupo nuestro que sigue unido a pesar de veinticinco años de avatares de todo tipo, diferencias, peleas, banderías y todo lo demás, es un ejemplo claro de lo que te digo. Si alguien viniera y te preguntara, ¿cuál fue la receta para que aún sigan siendo amigos después de tanta cosa, después de que cada uno se casó con distintas mujeres, adoptó diferentes conductas ante cada circunstancia, se afilió a éste o estotro grupo, partido o lo que fuere?

No hay receta. Pero lo cierto es que nos une (¿o unía?) un común denominador fuerte como la muerte, indestructible como pocas cosas: el amor a la verdad. Todos, en mayor o menor medida, queríamos saber la verdad. La saboreábamos, la sabíamos, y aún, quizás, la sabemos.


Lamento mucho no haber podido ir. Y felicito al organizador.


 

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