1) Que una periodista con pretensiones intelectualoides diga que "la corrupción no quita lo bueno de un proyecto político" no debería llamarnos la atención. Tenemos que grabarnos en nuestras cabecitas que la supuesta moralidad de la izquierda no es más que una táctica. No sólo desprecian la posibilidad de una ética objetiva (lo que consideran "moral burguesa" para justificar la opresión del proletariado), sino que también aprueban cualquier medio para llegar al fin revolucionario. Hay que leer a Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Mao o el Che. Ahí está todo en negro sobre blanco. Como decía un buen amigo, con los progres no se puede discutir, lo mejor es mandarlos a la miércoles.
2) Se quejan muchos de la mera posibilidad de que un Trump (un producto de márketing que hoy critica lo que hace menos de un año aprobaba, v.gr. Wall Street, aborto, matrimonio gay, etc., con fines populistas) pueda llegar a ser candidato a presidente de los Estados Unidos, "la primera democracia". Especialmente se indignan los liberales doctrinarios (Benegas Lynch, Krause) y otros menos formados (periodistas varios). Llegan a decir que es un atentado a la democracia. Pues, señores, esto ya estaba en los Founding Fathers: Adams, Hamilton, Jefferson, Madison, que eran "ilustrados", pero no era tarados. Todos ellos condenaron el confundir la república —que alababan— con la democracia —que detestaban—. Vuelvan a sus fuentes, señores liberales, o déjense de jorobar. Al final, liberales de todo signo terminan cayendo en lo que Vázquez de Mella decía: "ponen tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias".
