¿Qué es el “Tea Party” estadounidense?
En el día de ayer, tuvieron lugar en los Estados Unidos elecciones legislativas, en las cuales sufrió su primera derrota importante Obama y sus demócratas. Entre las razones que analizan los medios de difusión aparece el surgimiento de un —no sé cómo llamarlo— “movimiento”, con el extraño nombre del Tea Party, que los mismos medios no saben bien cómo definir, aunque algunos se apresuran a tildarlos de “extrema derecha”. Y, lo curioso, es que, entre nosotros, hay quienes ven a este Tea Party con esperanza.
Tea Party hace referencia al suceso histórico conocido en castellano como el Motín del Té de Boston, en inglés Boston Tea Party, cuando comerciantes de esa ciudad portuaria norteamericana, vestidos de indios, tomaron varios buques anclados en el puerto y volcaron el cargamento de té al agua en señal de protesta por los impuestos que les cobraba Londres. Según la leyenda, fue éste el hecho que dio comienzo a la Revolución norteamericana y su posterior independencia. Que quede esto claro, fue una revuelta de protesta ante una suba de impuestos.
Cuando Obama se hace cargo de la presidencia estadounidense, en medio de una grave crisis económica, su paquete fiscal, que incluía la suba de algunos impuestos, detona el surgimiento de este Tea Party que aglutina a todos los que se oponen a dichos tributos… desde “libertarios” austriacistas como Peter Schiff, hasta localistas anti-Washington, pasando por pro-vidas, etc.
Este movimiento de raíz populista emergió durante 2009 tras una serie de manifestaciones locales coordinadas a nivel nacional vía internet para protestar contra las medidas económicas de Obama, especialmente los impuestos y la seguridad social. Dado que no tiene un único referente ni una conducción unificada, sino que trabaja mediante ideas que surgen en debates de internet y en reuniones locales, que luego reciben o no apoyos puntuales, es muy difícil saber bien cuáles son sus principios y las ideas que los motivan. En general, es más fácil saber contra qué están: el aumento del tamaño del Estado, la suba de impuestos, la suba del gasto público, la deuda externa, el déficit del presupuesto federal, las medidas gubernamentales que se consideran avances sobre la Carta de Derechos y la Constitución de ese país.
Se considera que la primera de estas protestas fue la organizada en enero de 2009 contra el “impuesto a la obesidad” que proponía el gobernador del Estado de Nueva York por parte de Trevor Leach, presidente del minúsculo grupo Young Americans for Liberty. Al mismo tiempo, la bloguera Keli Carender, de Seattle (Estado de Washington, en el otro extremo de los EE. UU.), organizó reuniones similares en febrero con la “ley estímulo” de Obama y las subas planeadas de impuestos, lo que llamó la atención de Michelle Malkin, reportera de la cadena Fox News. Rápidamente aparecieron varios proyectos, webs y páginas en Facebook para organizar un Tea Party nacional.
Dado lo difuso del movimiento, se ha recurrido a los encuestadores para conocer la composición del movimiento. Las primeras encuestas parecían confirmar las sospechas de los medios: la mayoría de sus miembros eran blancos, varones casados, mayores de 45 años, conservadores, de buena posición económica y mayor nivel educativo. Sin embargo, una concienzuda encuesta de Gallup demostró que los miembros del movimiento eran demográficamente muy similares al resto de la población. Una reciente encuesta de Bloomberg News parece darle la razón nuevamente a las primeras; aportando un dato interesante sobre le que volveremos: un 44% se consideran cristianos “vueltos a nacer”.
Respecto a las ideas del grupo, las encuestas son mucho menos definitivas. Aunque parecen coincidir en temas como una mayor dureza en las relaciones internacionales con los países musulmanes y en las políticas de inmigración, o en la oposición al matrimonio homosexual o a las limitaciones a la emisión de contaminantes, se encuentran igualmente divididos sobre temas como derechos políticos de los homosexuales, el aborto, la intervención del Estado en la economía, los salarios de los ejecutivos de las grandes corporaciones, y muchos otros de los que se vienen discutiendo en el foro público de los Estados Unidos. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, las encuestas también muestran el interés del Tea Party por la intervención del Estado federal en la creación de empleos.
Políticamente, el Tea Party no está registrado como partido y, si bien pretende ser independiente al Republicano y aunque muchos de sus miembros no votan en elecciones nacionales, discuten y apoyan a ciertos personajes de ese partido, destacándose Sarah Palin, la ex candidata a vicepresidente. Por su parte, diversas corrientes de opinión dentro de dicho partido han querido sacar fruto del movimiento, pero su éxito en lograrlo no está nada claro. Al mismo tiempo, el Tea Party ha tenido como efecto no querido, dentro del Partido Republicano, el resurgimiento del poder de los “libertarios” (preocupados principalmente por la economía) y la postergación de los “conservadores sociales” (evangélicos, pro-vidas, etc.). En las internas estatales en Alaska, Colorado, Delaware, Florida, Nevada, Nueva York, Carolina del Sur y Utah el apoyo decidido del Tea Party a determinados candidatos impresionó a los viejos republicanos.
Lo curioso del fenómeno Tea Party es el verdadero odio que despierta en casi todos los medios de prensa y en algunos comentaristas (notable, por ejemplo, los epítetos que provoca en el economista Krugman), y el temor que genera en varios políticos profesionales. Incluso, su potencial extensión internacional ha generado un creciente temor en medios y políticos europeos. Simultáneamente, entre ciertas tribus liberales y conservadoras (y, hasta, tradicionalistas), despierta esperanzas, que, desde ya, creemos condenadas a la desilusión.
El fracaso electoral de Obama en el día de ayer catapultó ahora a la fama a este movimiento. Los diarios y canales de televisión comenzaron a hablar del Tea Party. Los analistas políticos locales pretenden explicar el fenómeno. Sin llegar a tanto y tras haber hecho esta breve descripción, vamos a dar nuestra opinión.
Claramente el Tea Party sigue la estela marcada por movimientos populistas del pasado que, en general, han tenido corta vida. Aunque no podemos negar nuestro regocijo frente al miedo que generan entre políticos y periodistas este tipo de movimientos aparentemente surgidos desde las bases, tampoco podemos negar el cansancio que nos provocan estas “revoluciones” que no pasan de los eslóganes y que, cuando logran algo, no es más que un cambio para que todo siga siendo igual —recordemos en el caso argentino el “que se vayan todos” en diciembre de 2001—. Como dice Jen Pierce, en su bitácora, el Tea Party es como el personaje de Stephen King “Carrie”, “una especie de poder político telequinético que se manifiesta como una confluencia de malhumor y enojo, dentro de un adolescente infantilizado que lucha por llegar a adulto contra un padre sobreprotector”.
Pero, en realidad, lo más preocupante es lo que se esconde detrás de este movimiento, empezando por sus ideas filosóficas. Como suele suceder con los grupos “patrióticos” de los Estados Unidos, las referencias ideológicas son mayoritariamente los “Padres Fundadores”, en general, y Thomas Jefferson, en particular. Aunque ciertos autores han pretendido encontrar similitudes entre estas ideas y las conclusiones de la llamada Escuela de Salamanca —sin demasiado fundamento más que coincidencias circunstanciales—, lo cierto es que el fundamento filosófico de esos “Padres” —y muy especialmente en Jefferson— fue el iluminismo, en sus distintas versiones; lo que se expresa en el individualismo en cuestiones políticas y sociales. Como dijo Glenn Beck —el héroe mormón del Tea Party— en un comentario, repitiendo a Jefferson: “si no me rompe una pierna ni roba de mi bolsillo, ¿qué diferencia me hace?”, y lo hizo para justificar el casamiento homosexual.
Como señala Mark Amesse, en Durendal, “en el corazón del movimiento hay una revolución atea y un malentendido total sobre el propósito del hombre y el Estado”. Como explica Jen, “somos, como observó Aristóteles, animales políticos, y somos animales políticos porque sabemos, instintivamente, que la sociedad organizada está antes que nosotros. Que el individuo, como el animal doméstico, se beneficia, sobrevive y florece debido a la sociedad organizada... El problema con ese Tea Party/Carrie fortalecido [es] la idea de que los gobernados necesitan alejarse por su bien, encerrarse en sus oraciones económicas purgatorias, de modo que puedan proseguir hacia un futuro más brillante, lo sepan o no.” Como dijo Stephen Schneck en una entrevista, “la enseñanza de la Iglesia dice que existe un vínculo inseparable entre los derechos y los deberes del ciudadano y del Estado, en vistas a la promoción del bien común. Sin embargo, el Tea Party reclama derechos basados en la libertad, no en la obligación.”
El individualismo estadounidense es muy peligroso y los que abogan por él en nuestros países no saben lo que se pescan. Recientemente, los vecinos y bomberos de un pueblo rural del Estado de Tennessee se quedaron observando cómo se quemaba una casa, sin intervenir porque su dueño no había abonado antes una multa de ¡75 dólares!
En este caso, existe, además, un componente de ideología activista por el activismo mismo que, exactamente como sucedió en la Argentina en 2001/2002, corre el riesgo de ser cooptado por gente que quiere convertir un estado de ánimo en un “partido”. Y en los Estados Unidos (como en el resto de Occidente, reconozcámoslo) existe realmente un único partido en el poder: la Plutocracia. Amesse agrega: “Puedo escuchar las objeciones. El Tea Party está ofreciendo la única resistencia frente a la extensión del progresismo y el Nuevo Orden Mundial, pero es en realidad una calecita de la que nadie se quiere bajar. Es una batalla interna dentro de los rangos del enemigo; nadie está allí peleando bajo el estandarte de Cristo Rey. Parecería que los políticos corruptos y el Tea Party se merecen. Ninguna reforma duradera podrá tener lugar hasta que los Fundadores estén bien muertos y sepultados.”
Jen pronostica con toda lógica: “La cosa va a moverse. La cosa se ha movido. Vamos a ver qué sucede cuando la cosa deje de moverse y tengamos que ver la política.” De idiotas útiles está sembrado el camino del infierno.