miércoles, 10 de diciembre de 2008

sperando la tormenta… Ya se ven los relámpagos. Se perciben nubes negras en el horizonte. Se oyen los truenos. Comienza el aguacero.

No es una tormenta más. ¿O sí?

Promete ser la última tormenta. Promete aniquilar con todo a su paso. Dejar una tierra arrasada donde alguna vez hubo una cultura. Donde alguna vez hubo una civilización. Una civilización que pretendió vivir como lo mandó su dueño. Lo intentó. Con muchos errores, sí. Pero lo hizo.

Pero ahora viene la tormenta. Hace años que se anuncia. Hace siglos para ser más precisos. De hecho, hace dos milenios que sabemos que llegaría.

Sabemos que llegará. Sabemos que será dura y que arrasará con muchos. Es más, muchos se ríen y se burlan de ella. Presienten que algo los salvará en el último minuto. O creen que a ellos no los tocará. Y eso aunque hace años que trabajan en pos de ella. Que trabajan desmantelando aquello que podía protegernos de ella. Que malgastan lo que esa civilización produjo. Que vilipendian lo que recibieron gratuitamente de sus mayores. Que, en fin, nos quieren hacer creer que ése es el único camino de salvación. Salvación aquí y ahora. “Comamos y bebamos porque mañana hemos de morir”. Como sucedió en otra tormenta, en otro tiempo. “En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba… y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos”.

Y nosotros sabemos que la tormenta ha de llegar. Y todo parece indicar que será en breve. “En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce”.

Sólo nos queda esperar, velar y vigilar a las puertas para que cuando nos llegue nuestro Señor nos encuentre ocupados en este trabajo.

It is not a question of Theology,
It is a question of whether, placed as a sentinel
of an unknown watch, you will whistle or not.


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