viernes, 24 de diciembre de 2010

Expergiscere, homo: pro te Deus factus est homo

Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre.

Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte.

Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal.

Él se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. y así -como dice la Escritura- «el que se gloria que se gloríe en el Señor.»

La verdad brota, realmente, de la tierra, pues Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de la Virgen. Y la justicia mira desde el cielo, pues nadie es justificado por si mismo, sino por su fe en aquel que por nosotros ha nacido. La verdad brota de la tierra, porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, si no le es dado del cielo.

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Fíjate que no dice «nuestra gloria», sino la gloria de Dios, porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello el que se gloria que se gloríe no en sí mismo, sino en el Señor.

Por eso también, cuando el Señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.

¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios.
Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia: y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios.

Del oficio de lecturas del 24 de diciembre. De los Sermones de san Agustín (Sermón 185: PL 38, 997-999).



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jueves, 16 de diciembre de 2010

Plus ça change...

Nisi granum frumenti cadens in terram mortuum fuerit, ipsum solum manet;

si autem mortuum fuerit, multum fructum affert.


Muchos hemos escuchado hablar de Migne o lo hemos visto citado numerosas veces, pero pocos saben qué o quién es o era.

Jacques-Paul Migne nació a fines de 1800 en St.-Flour, comuna del departamento de Cantal, en la Auvernia, centro-sur de Francia. Entró al seminario y estudió teología en Orleáns. En 1824 se ordenó sacerdote y fue asignado a la parroquia de Puiseaux, correspondiente a esa diócesis. Todo anduvo bien hasta que en 1830, la caída de la monarquía de la Restauración dio inicio a sus problemas.

Orleáns se enorgullecía de ser la sede del “Rey Ciudadano”, Luis Felipe. Y un cura rural con simpatías legitimistas era un inconveniente para el nuevo régimen. Tras sucesivos problemas con el obispo local, Migne decidió marchar a París, donde sus escritos polémicos podrían tener mayor repercusión. Allí en noviembre de 1833 comenzó a publicar el diario L’Univers Religieux, que pretendía convertir en un medio de difusión católico independiente de las ideologías políticas que debatían acaloradamente en la Ciudad Luz. Tuvo bastante éxito inicialmente, más de 1800 suscriptores en corto tiempo, pero no comparable a los diarios principales de París; al menos hasta que ingresó en el periódico un joven autodidacta y católico a machamartillo, Louis Veuillot.

Mucho se ha criticado a L’Univers, Veuillot y el llamado “Partido Ultramontano”, al que perteneció Migne, a izquierda y a derecha, desde fuera y desde dentro de la Iglesia. Pero, en general, las críticas han sido extemporáneas, descontextualizadas y basadas en las calumnias que propagaba la prensa competidora. Nos es imposible, ahora, relatar los pormenores del catolicismo francés del siglo XIX, muy complejo y comprometido en las luchas políticas de todo signo que tuvieron lugar. Incluso la gran mayoría del Episcopado francés se sentía más cómodo con el liberalismo de los católicos de L’Avenir, que con L’Univers que tenía el desparpajo de publicar las encíclicas papales. El mismo arzobispo de París reconocía haberse sorprendido de la Paroles d’un croyant de Lamennais, cuando hacía rato que el mismo venía expresando públicamente opiniones heterodoxas. Por no hablar del Partido Legitimista, donde el galicanismo aún campeaba y los “ultramontanos” eran un problema.

Migne se sorprendía constantemente de la ignorancia de sus colegas sacerdotes y se comprometió a ayudar a combatirla. Para ello, en 1836 abrió su propia imprenta en Petit Montrouge, XIV arrondissement de París. En papel de diario y pequeños fascículos, a muy bajo precio, comenzó la distribución masiva de obras religiosas en compilaciones monumentales: “Curso completo de Sagrada Escritura” (28 volúmenes de comentarios de autores antiguos y modernos), “Curso de teología” (otro tanto), “Demostraciones evangélicas” (20 de apologética por cien autores de todos los tiempos), “Colección integral y universal de autores sagrados” (102 de homilías de los siglos precedentes), “Suma áurea de la Santísima Virgen María” (13), “Enciclopedia teológica” (171, incluyendo temas filosóficos, geográficos, históricos, naturales, etc.) y, fundamentalmente, las dos recopilaciones que se convertirían en sinónimo de Migne: Patrologia Latina (221 volúmenes) y Patrologia Graeca (85 volúmenes; 165 la edición bilingüe).

Como no podía ser de otra manera, los académicos criticaron duramente estas obras, aunque eran las colecciones de literatura patrística más completas jamás publicadas, y todo a precios sumamente accesibles para sacerdotes y religiosos sin recursos.

La Imprimerie Catholique, como se llamaba la editorial de Migne, se convirtió en una gran editorial independiente y, posteriormente, fábrica de órganos y utensillos litúrgicos. Para evitar los monopolios de libreros, recurrió a las suscripciones directas, lo que en esa época era una novedad. La editorial pronto se diversificó en otras producciones. En la noche del 12 al 13 de febrero de 1868 un incendio destruyó completamente el establecimiento. Las aseguradoras sólo entregaron una parte y la célebre imprenta nunca pudo recuperarse del todo. Muy poco después, Monseñor Darboy, arzobispo de París, prohibió a Migne seguir publicando e, incluso, le suspendió su ministerio. La guerra Franco-Prusiana de 1870-71 empeoró aún lo que ya era una situación precaria. El golpe final llegó con el decreto de la Curia Romana que prohibió el uso del dinero procedente de las colectas en la compra de libros.

El 24 de octubre de 1875, el abate Jacques-Paul Migne murió, derrotado, abandonado por la Iglesia, en medio de deudas y calumnias. Al año siguiente, la Imprimerie Catholique fue adquirida por la editorial Garnier.

Sin embargo, su colección de patrística no sólo fue una de las mayores contribuciones a la historia eclesiástica de todos los tiempos —textos que hasta ese entonces yacían olvidados en bibliotecas conventuales o monásticas quedaron por primera vez a mano de simples sacerdotes, religiosos o investigadores laicos— sino que, con el tiempo y posteriores mejoras, índices y ediciones críticas, se convirtió en la edición canónica de los Padres de la Iglesia, tanto latinos como griegos, posibilitando el renacimiento de la Patrística en el siglo XX.

Pero, claro, este progresivo refinamiento de la obra ha conspirado contra del costo de la misma, recluyéndola nuevamente en las grandes bibliotecas. Ahora, el excelente sitio web Documenta Catholica Omnia ha terminado de publicar, gratuitamente y en formato PDF, la Patrologia Graeca y la Patrologia Latina. Ahora queda que diligentes traductores (el latín ha dejado ya de ser patrimonio común) lo vuelquen a las lenguas vernáculas.


Humilde placa que recuerda al abate Migne.
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martes, 14 de diciembre de 2010

Sobre bandas de inmigrantes, vecinos e Iglesia

Estamos en el siglo V después de Cristo. Bandas de miserables, desplazados y hambrientos, cruzan el Rin y el Danubio, la frontera que separa la civilización de la barbarie. Procopio de Cesarea no deja dudas sobre el estado lamentable en que se encontraban antes del cruce. Muchos de éstos habían entrado ya en contacto con los funcionarios romanos, civiles y militares. Tribus enteras exigen tierras que Roma les niega. Finalmente, la fuerza de los hechos decide las situaciones creadas.

Pero las tierras se extinguen por el mal uso que de ellas realizan estos pueblos hasta entonces nómades. Y se producen saqueos a las granjas romanas y luego a sus urbes de provincia. La represión de las Legiones y la presión de otras bandas los movilizan. Hordas de miserables, desplazados y hambrientos cruzan los Alpes y se precipitan sobre Roma.

Una de estas bandas es la de los hunos. Amalgama de pueblos germanos y orientales nómades, unidos bajo el liderazgo de Atila, “el azote de Dios”, en el año 452 caen sobre las llanuras friulianas y el valle del Po. Aquilea, Padua, Verona, Milán son saqueadas y devastadas. Miles mueren y los sobrevivientes se refugian en las montañas o en las islas cenagosas del Adriático norte.

Toda Roma esperaba la llegada de Atila con horror. La ciudad eterna ya no tenía defensas ni ejércitos que oponer. Los que podían se embarcaban hacia Oriente o África o hacia el sur de la Península. Reinaba la desesperanza sobre toda la civilización…

Fue entonces que, mientras los hunos aguardaban acampados para cruzar el Mincio, a la altura de Mantua, fueron interceptados por una figura con extraños ropajes blancos y dorados, que portaba una tiara con triple corona y era acompañado por otros vestidos de rojo. Era el Papa León I, San León Magno para la posteridad.

Ingresa en medio de los sorprendidos bárbaros y el Papa, sin titubear, se detiene delante del tan temido caudillo de los hunos, aquél que se vanagloriaba de que la hierba no crecía más donde su caballo pisaba y que para muchos cristianos representaba el Anticristo que traería el fin del mundo desde el Este. Aún sorprendidos todos por el atrevimiento, el Santo Padre amenaza al terror hecho hombre con el poder de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, si no da la vuelta y abandona Italia.

Como consumido de miedo, el gran Atila se postra ante el Papa y promete dejar tranquila a Roma. Sea que hayan tenido lugar negociaciones, sea que el poder del ejército huno estuviera en peligro por la extensión de su logística, sea que estuviese amenazado por el disenso de otros jefes hunos en la retaguardia o sea que, como relataban las leyendas medievales, hubiese visto a San Pedro y San Pablo aparecerse frente a él y amenazarlo, lo cierto es que Atila cumplió con lo prometido. Y, al menos por esta vez, Roma se salvó. El Papa San León Magno había salvado a los vecinos de Roma.


Estamos ahora en 2010. Bandas de miserables, desplazados y hambrientos, cruzan la Avenida General Paz, que separa a la Ciudad y a la Provincia de Buenos Aires. A su vez venidos antes desde la miseria peruana, boliviana o paraguaya, o desde el hacinamiento y la explotación de las villas y barrios de emergencia. Los medios de difusión no dejan dudas de su estado lamentable. Sus dirigentes habían entrado en contacto ya con funcionarios del gobierno de la ciudad, del Estado nacional o de la provincia, directamente o a través de los “punteros” que sostienen el aparato mafioso-justicialista. Cientos de familias toman el Parque Indoamericano y otros establecimientos públicos, y exigen viviendas. La brutalidad de una policía no profesional y excesivamente intervenida por la política, más las cámaras de televisión y el grito en el cielo de la progresía derechohumanista deciden los hechos. El Parque ha sido tomado y se multiplican las tomas, las usurpaciones y los “okupas”.

Por su parte, los vecinos, muchos de ellos apenas un poquito mejor puesto que viven en los monoblocks linderos o en las villas de los alrededores, reclaman la expulsión de los usurpadores de “su” parque con “sus” canchitas de fútbol y polideportivos. A alguno se le escapa una expresión de repulsa contra estos inmigrantes okupas. Lo cual puede ser comprensible cuando, en la Argentina, uno puede estar toda una vida para poder tener una vivienda propia, y ve a otros que se las regalan por demagogia y márketing político. Incluso, ante la inmovilidad del Estado, que según Hobbes está ahí para evitar la guerra social (dicho en términos contemporáneos), los vecinos responden con piedras, palos, botellas, algún tiro… que es respondido desde adentro de la misma manera.

Pronto se hace evidente el manejo político de una situación que tiene muy poco de espontánea. Se develan los turbios manejos a que son sometidos los habitantes de las villas por cuenta de quienes lucran con ellos, llegando a pagar por esos cuartos miserables alquileres mucho más altos que los que pagarían en los barrios más caros de Buenos Aires por equivalente metraje. El gobierno local y el nacional se tiran acusaciones cruzadas, con algo de cierto y mucho de mentira; mientras un ex presidente interino, vinculado hace 10 años a otros saqueos y ocupaciones, nos explica que “si uno tiene una organización a nivel nacional, puede prevenir estas cosas antes de que sucedan”.

Pero esta vez no hay un Papa León para defender a los vecinos, los trabajadores, los que ahorran toda su vida por una vivienda… No, el papábile Jorge Mario “preside” una misa a metros de donde tienen lugar los hechos (a metros pero lo suficientemente lejos como para que no pierda su carácter meramente simbólico). ¿Creéis acaso que Su Eminencia habló de justicia, orden o respeto, que tal vez denunció el muy evidente trasfondo político de todo lo acontecido, o que quizá defendió los derechos de los pacíficos, los que no okupan, los que ganan el pan de cada día con el sudor de su frente? Pues no, que va. Sino de una Virgen “morocha”, de no discriminación, de una Iglesia que está más allá de los países…

Y se multiplican los pedidos de comprensión, de diálogo, de paz (ahora que ya está consumada la usurpación), de derechos… por parte de la Iglesia argentina; no hay más que ver los comunicados de AICA de los últimos días, incluso la coqueta UCA.

La Iglesia argentina sigue equivocando el mensaje, sigue pensando en términos dialécticos completamente irreales, sigue estancada en una realidad socioeconómica de hace 30 años… Cree que los pobres son buenos por el sólo hecho de serlo, y que los criminales son criminales porque la sociedad los impulsa a ello. Sostiene que con el diálogo de sordos, la beneficencia que premia la vagancia, la comprensión de lo injustificable y la tolerancia de lo intolerable se alcanzará el cielo en la tierra. Desconoce los sufrimientos de tantos que no son lo suficientemente pobres para que les regalen nada, pero ven consumirse los ahorros que no tienen en alquileres, cuotas de tarjetas, compras contrarreloj para ganarle a la inflación. No tiene ni idea de lo que es pagar impuestos abusivos simplemente porque se está en relación de dependencia y uno no tiene forma de zafar. ¿Acaso es rico ese 60% de empleados “en blanco” que gana menos de 2000 pesos al mes? ¿Son ricos los que deberían trabajar 14 años para poder pagar un ambiente en Buenos Aires?

Claro, éstos son los problemas de la clase media. Y se sabe que hablar bien de la clase media está devaluado desde que Marx despreciara a los pequeños burgueses y, entre nosotros, Jauretche despotricara contra el “medio pelo”. Tampoco entre los políticos la clase media es rentable; no se deja manejar por “el pancho y la Coca”, ni tampoco está en condiciones de negociar con cada gobierno de turno para sacar su tajada. Es más, comete el pecado de viajar una vez cada veinte años cuando por algún milagro económico la moneda local se revalúa.

Sin embargo, la existencia de una clase media es lo único que da esperanzas (terrenas) a los pobres. Y esto se ha visto bien estos días. ¿Qué diferencia a un indigente que vive en Buenos Aires de uno que vive en el Altiplano boliviano —quizá, incluso, en mejores condiciones de supervivencia— sino el sueño de que él o sus hijos puedan acceder a la clase media?

Hace unos años, con unos amigos hicimos unas encuestas en algunos de los colegios más caros de Buenos Aires y en algunos de los estatales que se encuentran en los barrios más pobres. Tanto en unos como en otros, arriba del 80% de los encuestados se consideraba “clase media”. Tanto el que iba de vacaciones a Disney como el que pasaba sus vacaciones jugando al fútbol en una plaza se consideraban miembros de la clase media.

Parece que la Iglesia argentina no tiene tiempo ni ganas de ocuparse de ellos.




Rafael, Atila y el Papa León
[Fuente: Wikimedia.]

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martes, 7 de diciembre de 2010

Nuevo libro del P. Alfredo Sáenz S. J.



Me piden que avise y con gusto lo hago. Hoy martes 7 de diciembre a las 18.30 horas, en la calle Bartolomé Mitre 2162 de la Ciudad de Buenos Aires, se presentará un nuevo libro del Padre Alfredo Sáenz. Es el último volumen de la serie "Las Parabolas del Evangelio según los Padres de la Iglesia", con el título La expectación de la Parusía.

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