Lo que Castellani decía hace casi un siglo sobre los traductores de Chesterton sigue hoy tan vigente como entonces. Para traducir a Chesterton hay que leerlo, degustarlo y entenderlo (y, para ello, es fundamental conocer y comprender su obra, su vida, sus ideas y sus motivaciones). Y, lamentablemente, excepto los traductores amateurs (a los cuales generalmente les puede llevar años traducir un sólo poema largo de GKC), los traductores profesionales no se llevan bien con él (y algunos de los amateurs tampoco, como fue el caso de Alfonso Reyes). Una muestra de la vigencia del asunto es la reciente publicación en castellano de The common man que ya va mal desde el título, mal traducido como El hombre corriente (Col. Espuela de Plata, Ed. Renacimiento, trad. Abelardo Linares, 2013). Traducir "common" como "corriente" es no conocer el idioma inglés y (peor aún) no haber entendido a Chesterton en la obra que se tradujo.