Recuerdo hace unos cuantos años leer en The Economist un curioso artículo donde el sorprendido autor anónimo —anonimato riguroso en casi todos los artículos de dicha prestigiosa publicación inglesa— que hablaba de un economista y banquero italiano, bastante respetado en el establishment, que se había hecho presente en un congreso católico para exponer sobre algún tema teológico. Ese economista y banquero “católico” no era otro que Mario Monti, el recientemente nombrado como Presidente del Consejo de Ministros de la República Italiana.
Monti tiene fama de técnico y apolítico, habiendo sido, además de asesor europeo de la financiera tristemente célebre Goldman Sachs, funcionario de gobiernos italianos y europeos de muy distinto signo partidario. Y el equipo que ha nombrado para acompañarlo, comparte en mayor o menor medida estas mismas características. Es el regreso de los tecnócratas.
Parece ser que el término tecnocracia (de tékhne [τέχνη] —arte, oficio, habilidad— y krátos [κράτος] —poder, fuerza, dominio—) fue acuñado en California por un ingeniero estadounidense en 1919 como forma de lograr la “democracia industrial” en las empresas, mediante el uso de los métodos de las ciencias positivas y la ingeniería. Recién a comienzos de los ’30, se comienza a aplicar el término en la política.
Comte de Saint-Simon |
Un siglo antes, el conde de Saint-Simon, Claude Henri de Rouvroy, abogaba por un gobierno de industriales —los que hacen— y científicos —los que saben—, y profetizaba “el gobierno de los charlatanes está llegando a su fin, el gobierno de los que hacen no tardará en hacerse presente”.
Los callejones sin salida que se presentan como únicas opciones en la presente y duradera crisis económica del hemisferio norte en general, pero muy particularmente en Europa, han reflotado la idea de entregarse “a los que saben”, para que ellos gobiernen y nos lleven a buen puerto. Lo llamativo es que esta idea también ha sido promovida desde instancias vaticanas, pero ya volveremos sobre ello.
Primero fue en Grecia, donde el presidente del banco central Papedemos se quedó con el cargo de primer ministro. Y luego tocó el turno a Italia, donde han aterrizado los que la gente ya llama “banqueros del Vaticano”.
Y es que, lamentablemente, algo de eso hay.
En un comunicado, la agencia de los obispos italianos, SIR, se congratulaba del “currículum impecable” del nuevo gabinete, la presencia de representantes de los “más tradicionales cuerpos del Estado” (un prefecto, un embajador y un almirante), funcionarios de carrera y profesores… “entre quienes se destacan exponentes del vasto mundo católico”, nombrando por su nombre a Lorenzo Ornaghi (rector de la Univ. Católica, ahora ministro de Cultura), Andrea Riccardi (fundador de la Comunità di Sant’Egidio, ahora en Relaciones Exteriores) y Renato Balduzzi (ex presidente del MEIC, ex “Laureati Cattolici”, ahora en Salud). [Nótese, al margen, el infumable clericalismo del comunicado que desconoce como “exponentes del vasto mundo católico” a otros ministros como Francesco Profumo (de Educación), Paola Severino (de Justicia) y Piero Gnudi (de Turismo)… porque, a pesar de ser católicos practicantes, no son dirigentes de movimientos ni “funcionarios” episcopales.]
También el periódico de los obispos, Avvenire, colmaba de elogios a Monti, “honra de Italia en los cargos públicos ejercidos en el país y el extranjero, y [capaz de] representar un punto de referencia tan transversal como limpio”.
Y, Monti, junto a algunos de sus ministros, se apuró a dar la bienvenida al Papa a su regreso de la visita de Benin, esperándolo en el aeropuerto De Vinci de Fiumicino.
Es que Il Messaggero ha confirmado que el elenco de ministros le ha sido sugerido a Monti “personalmente por el cardenal Angelo Bagnasco”, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y hombre de confianza de Benedicto XVI. Y, por su parte, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede, ha comentado a los medios que el nuevo gabinete es “un lindo equipo al cual auguro un buen trabajo”.
Pero ya comienzan a sentirse quejas contra este nuevo gobierno demasiado “norteño” y, lo que es peor visto, “bancario”, demasiado ligado a la tan cuestionada casa Goldman Sachs. Por otro lado, cuando Italia debería cuestionarse seriamente su participación en la U. E., Monti un burócrata estará difícilmente dispuesto a dejar de lado aquel proyecto utópico en el que invirtió tantos años de su vida.
Aún no ha pasado un mes y ya la indignación crece. Se habla de “golpe de Estado”, de “gobierno de los banqueros”, de un ajuste que ya se vislumbra durísimo… y donde nadie piensa que serán justamente los que impulsaron esta crisis —los bancos— los que terminarán pagando los platos rotos.
La historia demuestra que las tecnocracias terminan mal, tarde o temprano. Ya sea por su fracaso, ya por su falta de apoyo político.
Lo lamentable es que la Iglesia quedará pegada. Espero que Su Santidad esté investigando las comodidades de las cuevas palestinas para cuando los indignados italianos le prendan fuego al Vaticano.
«Una bella squadra» (Bertone). |