Es curioso que quienes más atacan la moral católica tradicional en temas de sexualidad, familia, etc. sean personas a las que no les importa absolutamente nada lo que la moral católica diga en esos casos. Incluso, sacerdotes y obispos.
El tema de la comunión para los divorciados que viven en concubinato con otras parejas es paradigmático. Es bien sabido que son muchísimos los sacerdotes que dan "permiso" para comulgar en estos casos... no sólo en la intimidad de la confesión, sino también públicamente desde el ambón (o donde quiera que prediquen... o charlen). Y los obispos no se quedan atrás, quizá no diciéndolo tan impúdicamente pero tolerándolo, ensalzando la (mala) conciencia como único eje axiomático, silenciando las voces en contra de esta permisividad (la de Nuestro Señor, entre otras), financiando publicaciones de hermeneutas, pseudo psicólogos, (a-) moralistas, etc., etc.
Luego, también está el buenismo. "Pobrecitos los divorciados que no pueden comulgar..." "Hay que ocuparse de ellos... fundar una pastoral específica..." "No tenemos que 'abandonarlos'." Buenismo idiota del que participan el 90% de los sacerdotes y obispos que no están en el grupo anterior (aunque existe una inmensa zona gris entre ambos grupos). Buenismo que, amparándose en la Caridad, es en verdad un pecado contra ella. Es un buenismo en el fondo traidor.
Existe, aunque sacerdotes y obispos nunca se ocupe de él, un grupo no tan pequeño de gente que hace las cosas bien. O que, al menos, lo intentan. Y cuando hacen mal, piden perdón, intentan recomponer lo que han hecho y se confiesan. Existen, sí. Aunque de ellos jamás hablen los obispos, los curas, los opinadores eclesiásticos, etc. Un grupo esforzado y abandonado de la mano de sus mismos pastores a los que no les interesan pues son la clientela cautiva. Aunque estos pastores lo desconozcan, hay personas que intentan llegar vírgenes al matrimonio, que buscan y esperan un novio que (en este mundo sublunar herido por el pecado) quizá nunca llegue o que se frustre en el camino también en este mundo tan ajeno a los deseos de Dios, que —si por la razón que sea no pueden convivir con su esposo— viven la separación castamente, que se aguantan cuando no pueden por la razón que sea traer más hijos al mundo, que sufren injusta marginación laboral, social, amical por defender estos principios y vivir de acuerdo con ellos, que son tachados de histéricas si son mujeres o de maricones si son hombres...
No son muchos quizá, pero están. Y están ahí, quizá en el banco del fondo durante la misa. Y no sólo sufren maltrato de parte del mundo sino también de parte de aquéllos que deberían acompañarlos, consolarlos, defenderlos y decirles que vale la pena hacer las cosas bien. Pero, de vuelta, ocuparse de ellos no "vende" — queda "mejor" decir que a los que hacen las cosas mal no podemos juzgarlos; dejando como verdaderos estúpidos (iba a poner pelotudos pero suena fuerte) a estos otros que "se rompen" en el día a día.
Lamentablemente, el Papa felizmente (para él) reinante es parte del problema, de hecho se encuentra en esa zona gris entre los cómplices y los buenistas.
A estos otros, a los pastoralmente desatendidos, a la clientela sometida, a los que hacen las cosas bien, les queda sufrir, tolerar y rezar a Dios... pidiendo Su venganza —pues no quedarán desatendidos. Son también ellos los mártires de nuestro tiempo, quienes sufren de a poco, a lo largo de toda su vida, costándoles seguramente esa vida, lo que a los mártires "tradicionales" les ocurre en tiempo más breve y violento.