En el marco teórico del Estado contemporáneo (el Estado propiamente dicho, en el Antiguo Régimen no existía como tal), los linchamientos son una consecuencia lógica del incumplimiento por éste de su parte en el "contrato social". ¿Queremos condenar los linchamientos? Me parece perfecto, pero cuidado con poner cadalsos a las consecuencias mientras levantamos tronos a las causas.
El problema es anterior y más profundo, es una entelequia ideológica que se arroga una representación, que no tiene, para hacerse con el poder político y la soberanía de manera violenta, y que está a cargo de una verdadera mafia que se legitima ella misma mientras impone leyes y cargas a sus súbditos con una mano y monopoliza la fuerza arbitrariamente con la otra.
Pero cada tanto, los súbditos, a los que les mienten sistemáticamente diciéndoles que son ciudadanos libres porque eligen entre lo que creen que es lo menos peor de un conjunto muy limitado de alternativas que ya le vienen dadas cada cierto período, se rebelan y hacen lío, como le gusta al Santo Padre, quemando, rompiendo, matando... hasta que ven satisfecha su sed de destrucción y el ciclo vuelve a comenzar.