La necesidad de aprobación de los medios del mundo y del aplauso de la progresía le impiden caer en la cuenta de la enorme responsabilidad que posee y del peso de sus gestos y de sus palabras. El atentado parisino de ayer debe reconocer también como una de sus causas la irresponsabilidad pontificia. Y vendrán otros hechos similares. Será cuestión de esperar que aparezca su cacareada encíclica sobre la ecología, inspirada, entre otros, por Leonardo Boff y "Pino" Solanas, y redactada por el "Tucho" Fernández.
Francisco no es tonto. Es un ideólogo y un metiche egoísta. Su torpe intromisión en Medio Oriente y su disimulada complicidad con Obama en el caso de Cuba lo demuestran claramente. Su incurable megalomanía lo lanza al galope entre delicadas cuestiones geopolíticas y publicitadas catástrofes meteorológicas, sin detenerse, incluso, en flexibilizar la moral y la teología si eso le produce réditos políticos.
Más pronto que tarde, Dios mediante, la realidad va a sentar de frente al Obispo de Roma.