jueves, 28 de mayo de 2009

Signa temporum

Para los neo-cons
China no sólo no persigue a los católicos
sino que los alienta

En el último número de la revista de neo-con católica "First Things" que dirigiera tanto tiempo el Padre Richard Neuhaus, el P. Francesco Sisci dice que "el crecimiento exponencial del cristianismo en China no hubiese sido posible sin la permisividad y el aliento tácito del régimen". "El gobierno chino ha dejado de lado la persecución de los cristianos por un sutil --y a veces abieto-- aliento al cristianismo".

El artículo, "El Momento Católico de China", llega a afirmar que "no es una exageración decir que estamos cerca de un momento casi constantiniano para el Imperio Chino, a medida que el gobierno busca convertir al cristianismo --particularmente al catolicismo-- en un instrumento de cohesión social".

"El interés especial de Beijing, dice el autor, por el catolicismo [está en verlo] como una potencial fuerza unificadora".

"Las poco organizadas y geográficamente dispersas iglesias protestantes podrían parecer menos una amenaza para el gobierno del Partido que la organización internacional y la unidad de la Iglesia Católica. Sin embargo, para las autoridades el catolicismo es de más interés que las denominaciones amorfas y a veces efímeras que comprenden las 'iglesias domésticas'.

"En parte, esto es porque los católicos de China no han demostrado interés por la política, a pesar de décadas de represión. Por ejemplo, durante las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989, el obispo Joseph Zen de Hong Kong ordenó a sus sacerdotes y fieles mantenerse al margen. Pero además, la actitud del Partido Comunista está relacionada con la preocupación que le producen las inestables combinaciones de elementos tradicionales entre los muy diversos protestantes chinos.

Beijing ve a la Iglesia Católica como un cuerpo occidental cristiano sin ambiguedades, no tocado por confusiones sincretistas y por lo tanto indispensable para la occidentalización de China. El gobierno chino quiere negociar con una iglesia cristiana que predique valores compatibles con la modernización, preferiblemente una que tenga una organización transparente y coherente. Aunque su posición pública hacia el cristianismo sea positiva en general, en la práctica los esfuerzos del gobierno se han concentrado casi exclusivamente en la Iglesia Católica. La diplomacia china ha dedicado una atención desproporcionada para intentar normalizar las relaciones con la Santa Sede.

COMENTARIO DESDE LA SELVA CAMBOYANA: Es muy curiosa esta nueva postura neo-con pro-China en momentos en que desde las "usinas de pensamiento" (como se las llama) se llama a seguir el "Modelo Chino", sea lo que esto sea. Así lo denunció críticamente la prestigiosa revista británica "The Economist" en su último número ("Que la Gran China nos proteja").

Dato esjatológico indudable es que con el surgimiento imperial de China del que muchos hablan (por ejemplo ayer cuando Petrochina se convirtió en la petrolera más grande del mundo), alguien piense en una religión de estado que "predique los valores de la modernidad" con el nombre de la Iglesia Católica.

Quizá el Anticristo no sea el mulato Obama sino algún magnate con ojos rasgados que aún no conocemos.


Reescribir la historia à la rusa

Según trae la revista The Economist, el presidente ruso Dmitry Medvedev ha ordenado la conformación de un comité para investigar "las falsificaciones de la historia que dañan los intereses rusos" (con humor británico la revista se pregunta qué pasa con las falsificaciones que promueven los intereses rusos). Un proyecto de ley presentado en la Duma criminalizará a quien iguale a Stalin con Hitler, o niegue que el Ejército Rojo "liberó" Europa del fascismo.

Como bien recuerda la revista británica, la historia es extremadamente compleja y no existen blancos y negros absolutos. Pero Rusia busca con esta nueva ley no sólo negar las complejidades sino acallar todo revisionismo postsoviético cuando se aproximan algunos aniversarios como la firma del pacto Ribbentrop-Molotov, la invasión soviética de Polonia, la anexión de los Países Bálticos y Ucrania Occidental, y la masacre de oficiales polacos en Katyn.

Dice The Economist que si antes, en los tiempos soviéticos, fue difícil convencer a todos de la historia oficial, más difícil será ahora y que más bien impulsará argumentos absolutos "del otro lado" (por ejemplo en los países que antiguamente formaban parte del Bloque del Pacto de Varsovia).

El discurso de Vladimir Putin en Budapest para el aniversario de la invasión soviética de 1956 fue un modelo de tacto y pena sin llegar a la disculpa. Esa forma podría bien seguir siendo la utilizada. De hecho Polonia ha enfocado la cuestión de Katyn de modo bastante tranquilo con la esperanza de que el Kremlin abra los archivos correspondientes. Pero la respuesta rusa fue deseseperante: "¿Qué obtenemos a cambio?" Como dice The Economist, ese tipo de respuesta se justifica en negociaciones comerciales, pero en el caso de asesinatos masivos...



 

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