El Sr. Samgrass era genealogista y legitimista; amaba a los monarcas desposeídos y conocía la validez exacta de las pretensiones rivales de los pretendientes de muchos tronos; no era un hombre de hábito religioso, pero sabía más que la mayoría de los católicos acerca de su Iglesia; tenía amigos en el Vaticano y, podría hablar largo rato acerca de la política y los nombramientos, diciendo cuáles eclesiásticos contemporáneos se veían favorecidos, cuáles no, qué hipótesis teológica reciente era sospechosa, y cómo tal o cual jesuita o dominico había patinado en hielo delgado o navegado cerca del viento en sus discursos de Cuaresma; tenía todo menos la Fe, y más tarde le gustaba presenciar la bendición en la capilla de Brideshead y ver a las damas de la familia con sus cuellos arqueados por la devoción bajo sus negras mantillas de encaje; amaba los escándalos olvidados de la alta sociedad y era un experto en las paternidades putativas; decía amar el pasado, pero siempre sentí que consideraba un poco absurda toda la espléndida compañía, viva o muerta, con la que se asociaba; era el Sr. Samgrass el que era real, el resto era una representación teatral. Era el turista victoriano, sólido y condescendiente, para cuyo entretenimiento se representaban estas cosas foráneas. Y había algo un poco demasiado vigoroso en sus modales literarios; sospechaba la existencia de una máquina de escribir disimulada en algún lugar del cuarto de los paneles.
-- Evelyn Waugh, Brideshead Revisited
Mr. Samgrass, de All Souls
[gentileza del excelente sitio de David Cliffe, An Evelyn Waugh Website.]