domingo, 15 de septiembre de 2013

Política de buenas intenciones


La Ley Antibullying sancionada ayer por el Congreso es —hasta ahora— la más alta demostración de la estupidez de nuestros demócratas que piensan que pueden modificar la realidad empapelando el país con leyes que sólo expresan lugares comunes, buenas intenciones y corrección política, sin entender que ponen cadalsos a las consecuencias de las causas a las que hasta ayer levantaban tronos. El bullying es mero reflejo de una sociedad podrida por una perniciosa mezcla de igualitarismo y consumismo que sólo produce envidia y resentimiento. El problema de base es que solucionar el bullying realmente sólo puede hacerse atacando intereses económicos e ideológicos que nadie —menos aún nuestros políticos— están dispuestos a dejar de defender. Mientras tanto seguiremos proclamando buenas intenciones y aburriendo a los niños y adolescentes con programas especiales que costarán millones sin solucionar absolutamente nada. Pero el bullying es un problema real que solamente puede ir en aumento en cantidad de casos y en amplitud del abanico de potenciales víctimas. Ayer se burlaban de un chico gordo o de una chica con pecas, hoy le cortan la cara a una chica por ser linda o le rompen una pierna a un muchacho por ser habilidoso en el fútbol, ¿y mañana?

 

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