¿Por qué se trasladó en tiempos de Pablo VI la fiesta de Santo Tomás de Aquino del tradicional 7 de marzo al intrascendente 28 de enero?
El 7 de marzo de 1274 fallecía el Aquinate. Es su dies natalis. Durante siete siglos fue día solemne en las universidades, academias e institutos católicos. Pero con la reforma litúrgica y del calendario, este día fue movido al 28 de enero para la Iglesia universal (algunas universidades e instituciones dignas pidieron y se les concedió mantener la fiesta tradicional). ¿A qué obedeció el traslado?
La explicación más o menos oficial era que se buscaba sacar las fiestas litúrgicas de la Cuaresma, dado que, de acuerdo con las nuevas normativas, los tiempos litúrgicos "fuertes" tienen prevalencia frente a las conmemoraciones. Pero el problema de esta explicación es que de las fiestas de marzo que quedaron (Stas. Perpetua y Felicidad, S. Juan de Dios, S. Patricio, S. Cirilo, S. José esposo de la B. V. M., y la Anunciación) y de las que se fueron (Sto. Tomás, los 40 mártires, S. Gregorio, S. Benito, S. Gabriel Arcángel, S. Isidro, S. Juan Damasceno, S. Juan Capistrano) hay de todo. No parece haber ninguna lógica. Tenemos en uno y otro conjunto Padres Orientales, fundadores, patronos, mártires... Y si se trataba de "solemnizar" la Cuaresma, no tenía sentido mantener a S. José o la Anunciación (que el Polaco convirtió en especie de festividad anti-aborto).
¿Qué pasó el 28 de enero? Simplemente, los dominicos de Toulouse recibieron una reliquia del Aquinate. Reliquia perdida durante la Revolución francesa y recuperada hace pocos años. Pero es lo cierto que reliquias de Sto. Tomás hay en Nápoles, en Roma, en Aquino, en Fossanova, en Vicenza, en Florencia.... Y si se trataba de internacionalizar al Doctor Común, también había reliquias en París y en muchos otros lugares... incluso en la Argentina, en el despacho de Mons. Derisi.
Mi hipótesis es que se trató de una venganza güelfa. Me explico. Desde siempre, güelfos y gibelinos de muy diverso pelaje se quisieron apoderar de la figura del Aquinate.
Los güelfos diseminaron la leyenda de los hermanos de Santo Tomás muertos en rebelión contra Federico II. Lo cierto es que hoy sabemos que la identificación de los Aquinos muertos en aquellos sucesos con los hermanos del Doctor Angélico no es nada clara. La familia de los condes de Aquino estaba en el siglo XIII muy extendida y los nombres de pila se repiten mucho en distintas ramas de la familia. Sabemos, por ejemplo, que el padre del Patrono de las Escuelas poseía sólo un tercio en fideicomiso de Roccasecca, una fortificación menor perteneciente a la familia. Lo más probable es que, como sugiere la tradición local inmemorial, Sto. Tomás nació en una casa de piedra rural del pueblo de Aquino. No, en cambio, en este fuerte de montaña (Roccasecca), y —menos aún— en el castillo condal (Aquino). Aunque Landolfo de Aquino utilizara el título comital, lo mismo que toda la nobleza de origen longobardo, lo más probable es que no fuese más que un caballero con inmuebles rurales modestos.
Por su parte, los gibelinos denunciaron el asesinato de Santo Tomás por orden de Carlos de Anjou, hermano del rey San Luis que, tras liderar la cruzada anti-Stauffer, no tuvo mejor idea que proclamarse Rey de Sicilia. Pero pronto caería la careta de los anjevinos cuando Carlos ordenara el asesinato de Conradino, a pesar de la solemne prohibición del Papa de tocar al último Hohenstaufen. Consta que poco antes de partir al Concilio de Lyon, el neo-rey de Sicilia convocó al Aquinate. "—¿Qué le dirás al Santo Padre si te pregunta por la situación de Nápoles? —La verdad."- dijo escuetamente el Santo Doctor. Días después, un accidente idiota termina produciendo la muerte sospechosamente rápida, luego de que el Doctor Humanitatis comiera arenques "milagrosamente" encontrados. ¿Envenenamiento? Quién lo sabe. Lo cierto es que el rumor corrió rápido e in extenso —aunque el proceso de canonización, encargado por un Papa de Avignon, no deja una sola constancia. Dante no lo dudó y mandó al líder angevino al infierno específicamente por este pecado... sin demasiadas quejas que sepamos por esta "injuria".
En el siglo XV, el tironeo político sobre las reliquias del Aquinate adquirió ribetes tragicómicos. Los angevinos napolitanos, los aragoneses sicilianos, varias ciudades pontificias, los Carraresi y Scaligeri todopoderosos señores del norte italiano, venecianos y genoveses, florentinos y Medici, los Papas de Avignon y los de Roma, la Universidad de París, luxemburgueses bohemios y bávaros sajones... Todos querían un hueso, un trozo del hábito, un diente o un pelo, la pluma o la capa...
Bueno, los dominicos tolosenses fueron los grandes propagandistas y doctrinarios de Avignon. Y ellos recibieron su reliquia, a pesar de no tener vinculación alguna con la vida y obra del Divus Thomas, que reposó en St. Sernin hasta 1789, salvándose de la furia revolucionaria por poco.
Pablo VI, el Papa Montini, fue el gran resurrector de la doctrina güelfa... Su famoso dictio: "la autoridad no necesita explicarse", habría hecho sonrojar al feroz Hildebrando, Gregorio VII. ¿Habrá pensado en ellos? ¿Quizás para compensar su actuación en tiempos de Pío XII contra la Revue Thomiste, única contención contra la Nouvelle Theologie?