Uno de los amigos del "Polpot de la Arquitectura", Le Corbusier, era el dominico (Pie) Raymond Régamey.
Régamey fue uno de los grandes "aggiornadores" de la Orden de Predicadores, ya tiempo antes del Concilio. Lo que el dúo Chenu-Congar hizo en teología, Régamey logró en el arte (quizá con mayor éxito). Abanderado de la inclusión del arte no-figurativo en los templos, ensalzó la supuesta pureza formal del arte abstracto, según él especialmente apto para la contemplación. Sostenía, como cripto-iconoclasta que era, que el arte religioso tradicional arriesgaba una piedad supersticiosa e idolátrica en los fieles.