Uno de los pilares de esta bitácora es el distributismo. Queda dicho en nuestras "definiciones" en el margen derecho. Sin embargo, hasta el momento, no hemos tenido muchas ocasiones de hablar de ello.
Navegando por internet es posible encontrar varias bitácoras y otros sitios donde se habla de distributismo, con éste u otro nombre más o menos "vendible" (economía sana, economía personalista, etc., etc.).
Curiosamente, o no tanto, al hablar de distributismo suelen producirse fuertes reacciones; especialmente entre aquellas personas que tienen alguna formación económica. Y, lo que es más curioso, estas duras reacciones se producen independientemente de la ideología del comentarista.
Los argumentos suelen ser los mismos. Se acusa al distributismo de utópico, a-científico, irracional, etc. Cuando uno profundiza algo más en las críticas, las mismas apuntan a su (supuestamente) imposible materialización en la economía actual, por atentar (entre otras) contra las economías de escala. No tan sólo economías físicas, como la producción, el aprovisionamiento y la distribución; sino también economías "soft", como el poder de negociación frente a proveedores, bancos, el estado y otros acreedores.
Aquí el problema está en una mala comprensión de lo que el distributismo es. Como decía una publicación de la Liga Distributista, allá por la década del '30 del siglo pasado, el distributismo no es una ideología... no es una moda de la politología o la sociología engendrada en la reclusión de una biblioteca o en un laboratorio, no es algo como una nueva apertura de ajedrez reservada a unos pocos iniciados. El distributismo existía mucho antes de que las personas se vieran en la triste necesidad de estudiar Ciencias Políticas, Economía o Sociología. El distributismo fue la forma de vida económico-social de Europa durante siglos. Los hombres no se vieron obligados a darle un nombre hasta que fue decratada la destrucción de esta forma de vida.
El nombre distributismo se refiere a la proposición principal de esta doctrina (no la única, pero sí la principal): la necesidad de un capital equitativamente distribuido entre todas las familias. Se trata de que, dentro de lo posible, todas las familias tengan la propiedad de sus propios medios de producción. Por eso, el gran enemigo del distributismo es el concentracionismo, ya sea en la forma de estatismo socialista, ya en la forma del capitalismo anónimo liberal.
¿Y cómo lograr esto? Evidentemente, no es fácil. Si bien la granja y el taller familiar eran la forma de vida de la mayoría de la población europea (y americana en cuanto prolongación de ella) hasta el siglo XIX, hoy se trata de una excepción; y, por lo tanto, el distributismo se empeña hoy en día en un trabajo de reconstrucción.
Pero no se trata de empeñarse en utopismos, sino en un bien posible, aquí y ahora.
E. F. Schumacher, un economista "converso" al distributismo, pudo observar "in situ" (siendo un burócrata del gobierno británico laborista de la postguerra) en sociedades tradicionales extraeuropeas, como Asia, no "arruinadas" aún por la Revolución Industrial, el funcionamiento de una economía distinta, que él llamó "Economía Budista" (el nombre del capítulo más recordado de su más famoso libro, Lo Pequeño Es Hermoso).
Justo es decir que el uso del adjetivo "budista", como aclaró en un célebre reportaje, fue puramente incidental... las enseñanzas del cristianismo, el Islam o el judaísmo podrían haberse usado del mismo modo como las de cualquiera de las grandes tradiciones orientales.
Pero, lo interesante, es que en la Argentina tenemos ahora un "caso de éxito" donde se aplican (intuitivamente) muchas de las enseñanzas del distributismo. Me refiero a los mercados autoservicio chinos.
En una nota aparecida en la edición electrónica de hoy del diario Infobae: "Con 'paciencia milenaria' los autoservicios chinos ya son dueños del 37% del mercado", ganándole incluso a las grandes cadenas internacionales de súper e hípermercados.
En fin, aunque podríamos tener varios reparos, lo que está claro es que la concentración del capital no es ley "divina" inexorable...
...Con el paso del tiempo, supieron hacerse de una red comercial hilvanada a modo de telaraña que hizo que, en la actualidad, haya un super chino a pocas cuadras a la redonda. Incluso, salieron casi indemnes de la crisis. Y sin ofrecer los megadescuentos propios de los acuerdos entre tarjetas e hipermercados.
La participación en ventas de los autoservicios chinos se ubica en el 37% el último año, según datos de la consultora Nielsen. Cuentan con un share por encima del resto de los canales, considerando entre ellos supermercados, hipermercados, autoservicios tradicionales, hard discount y almacenes. En cuanto a la penetración por segmento socio-económico, la virtud de esta "telaraña" de comercios es que han logrado una distribución muy similar entre el público de los niveles más altos, medios y bajos, con un poco más de 30% de mercado en cada segmento... Hoy los chinos han logrado lo que nadie pudo. Un 38% de participación en los consumidores medios, seguidos por un 37% en los bajos y un 33% en los más altos, un mercado muy equilibrado.
...El ahorro en costos que tienen los comerciantes chinos les permite ser competitivos en precios y lograr continuar la expansión, a pesar de la crisis. Esto tiene que ver con la administración de los puntos de venta, que en general está en manos de los mismos dueños y familiares, los cuales trabajan un promedio de 14 horas diarias, algo que sería muy costoso sostener con empleados. Por otro lado, los mismos locales que alquilan para poner el negocio suelen utilizarlos como vivienda, para lograr así una importante reducción de gastos. Y un sector de ellos, como es el de la carne y frutas, suelen subalquilarlo.
El sistema de compras que le permite ser efectivos en precios es determinante. Para tener ofertas competitivas, su secreto está en la forma en como organizan sus compras... se organizan en cooperativas de 1.700 comercios, que para la adquisición de productos de manera más económica. De esta manera, mediante estos pools, pueden hacerse de mercadería directo desde las fábricas y a muy bajo precio.
En fin, aunque podríamos tener varios reparos, lo que está claro es que la concentración del capital no es ley "divina" inexorable...
Xilografía que representa el taller del orfebre
en "De Re Metallica" de Georgius Agricola (Georg Bauer),
de la edición de Basilea de 1557.