Estoy leyendo de los profesores Daron Acemoglu y James A. Robinson el libro "Por qué fracasan los países" (en mi caso, la segunda edición en inglés). Este best-seller de la Economía, elogiado por varios premios Nóbel y "formadores de opinión", es, pese a muchos peros que pueden hacérsele, entre otros la excesiva simplificación de sucesos históricos complejos, un libro muy interesante, que debería ser material de lectura obligatoria para nuestros políticos.
Eso sí, mucho de lo que aquí en este se dice a favor de los "sistemas económicos inclusivos" no es más que un elogio del distributismo de Chesterton y Belloc (aunque los autores no lo sepan). Pero por lo menos queda claro y suficientemente demostrado que ni los mercados libres del liberalismo utópico ni la redistribución de la riqueza del progresismo postmoderno son la solución a las desigualdades, sino más bien las acentúan.
Lo que se necesita es un marco "institucional" que mantenga a raya a las tendencias concentracionistas de los grandes empresarios y de las élites políticas — quienes tienden a coincidir en el largo plazo.
Y la mejor política inclusiva no es otra que el fortalecimiento de la pequeña propiedad — lo que, a su vez, produce consecuencias políticas evidentes.
Por el contrario, la "redistribución de la riqueza", al forzar a los grandes empresarios a bajar costos para compensar la menor ganancia por el pago de impuestos, produce cada vez más pobres (por falta de trabajo, de bienestar material, de tiempo para ocuparse de tareas antes hogareñas) que a su vez exigen mayores prestaciones del Estado (en calidad y cantidad), que éste financia con más impuestos, acelerando este círculo vicioso. Por su parte, los mercados "libres" empujan a que los primeros, los más "vivos", los que tienen mejores contactos, los que apoyan a los candidatos "correctos", los que tiene bolsillos más profundos para financiarse, invertir o aceptar pérdidas y riesgos, los que gozan de monopolios más o menos "naturales", etc. van a crecer más que proporcionalmente a los demás competidores, expulsándolos a éstos eventualmente fuera de ese mercado o arrinconándolos en una cuota mínima de participación (share), provocando situaciones cuasi-monopólicas donde unas pocas grandes empresas dominan la economía y, eventualmente, la política. Así bajo una aparente liberación de mercados, pero con graves fallas institucionales, se esconden barreras de entrada infranqueables que someten a cada vez más a situaciones de pobreza que claman al cielo.
Otro tema también "robado" al distributismo es el de los sistemas económicos "extractivos" de que hablan los autores, lo que el P. McNabb denominaba "devorarse el capital".
En fin, la economía sana, según el orden natural, sigue siendo atrayente, aunque se lo presente como algo novedoso. Laus Deo!