Este fin de semana tuve la mala idea de ver "Brideshead revisited", la última versión con Emma Thompson. Había leído muchas de las malas críticas que recibió y por eso no la había visto hasta ahora. Pero era peor de lo que la habían pintado. Hasta determinado momento, la película se reduce a mero mal gusto, como si se tratara de "El Quijote" convertido en telenovela venezolana.
Pero a partir de cierto momento, se destapa el abierto anticatolicismo de la misma. Y ya no es que el director o los guionistas no entendieron a Waugh, es que a propósito se invierten determinados pasajes.
En la novela original de Evelyn Waugh en determinado momento se lee un cuento de Chesterton en el cual un pasaje sobre la acción de Dios como si se tratara de hilos invisibles que llevan todo a buen puerto, se convierte en clave de explicación del relato (no se trata de un spoiler ya que Waugh lo explica claramente en la introducción que puso a la reedición de Brideshead).
Pero en esta película, los "hilos invisibles" —como le hace decir a Lady Julia en determinado momento— atraen a los miembros de la familia Flyte a la casa para verse ensimismados y literalmente torturados por la culpa. Y es que, si Waugh escribió su novela para describir la acción de la Providencia, el director hizo esta película para identificar culpa con catolicismo.
Thompson ha perdido todo el respeto que le podía tener —su papel de Lady Marchmain es quizá lo peor que hizo en su carrera. No es aquí la noble dama que atrae a Charles Ryder por sus buenas maneras, su cultura y elegancia en el trato, hasta por la verdadera preocupación por sus hijos. No, aquí es la bruja mala de Disney, en versión piojo resucitado, tilinga y con preocupaciones de medio pelo, que se hace odiar de entrada.