Se cumplen 50 años del fusilamiento de Jean Bastien-Thiry y revive otro de los grandes misterios de la historia francesa del siglo xx. Oficial brillante, con impecable foja, católico devoto y culto, embarcado en un atentado condenado al fracaso de entrada, porque alguien tenía que hacerse escuchar ante los crímenes de de Gaulle, la complicidad de los partidos y el completo silencio de la prensa. Y luego el juicio, plagado de irregularidades. Bastien-Thiry se convirtió en el "mal absoluto" contra el que todo está permitido. La condena a muerte y la rápida ejecución por mandato de quien no temió indultar a miles de terroristas del ALN y grupos metropolitanos, culpables ellos sí de cientos de miles de crímenes. El silencio. El olvido. Como los "harkis" y "pied noirs", desaparecidos de la historia.