"Urge ya el tiempo de obrar, ¡obra pues!
Si antes meditaste,
ha llegado ahora el tiempo de la poda.
Si antes has movido el corazón,
has de mover ahora también la mano."
San Bernardo de Clairvaux al Papa Eugenio III.
Hoy muchos se escandalizan si uno meramente duda de las capacidades políticas del Papa y quieren excomulgarlo por pensar que la renuncia papal no es nada que festejar, sino todo lo contrario (independientemente de las razones íntimas que Benedicto XVI haya tenido y que eso —sólo eso— debe quedar reservado al Señor).
Decía el gran Castellani, "En otros tiempos, cuando el Papa se equivocaba, los santos de aquel tiempo le decían tranquilamente: 'Non lo sapevate un corno', y el Papa mismo rogaba que se lo dijeran. Había más caridad. Había comunión."
Hoy, pareciera que las opciones son: seguimiento servil o la ignominia y la descalificación. La objeción barata es "¿pero acaso te crees santo como para juzgar una actitud del Santo Padre?" (como aquel que dice falazmente que para criticar una decisión prudencial hay que creerse más prudente que el criticado). La iconoclasia tiene muchas caras, y siempre vuelve. El barrendero, la empleada doméstica y el pequeñito que vende estampitas en el subte me enseñan, cada tanto, verdades más grandes que las aprendidas en tratados de economía, en conferencias de financistas y en análisis de expertos sobre sectores industriales. También, el cristiano de a pie puede, cada tanto, enseñarle un par de cosas a un Papa, y también gritarle, sin respetos humanos, 'non lo sapevate un corno'. Tanto se nombra en estos días a San Celestino V, pero tan poco se lee su historia, la historia real, no la hagiografía de santería barata. Más allá de su personal santidad (razón principal por la que fue electo por unanimidad y casi obligado a aceptar), fue un terrible político, horrible político... y su estupidez costará muchas vidas y cismas en la Iglesia. Bien que su sucesor se lo haría pagar en vida... Esperemos que el Santo Padre haya meditado sobre esto cuando visitó los restos de Celestino en Aquila luego del terremoto que destruyó la ciudad donde reposan las reliquias de aquel Papa renunciante. Me preocupa que la historia se repita... como tragedia o farsa.
Decía el gran Castellani, "En otros tiempos, cuando el Papa se equivocaba, los santos de aquel tiempo le decían tranquilamente: 'Non lo sapevate un corno', y el Papa mismo rogaba que se lo dijeran. Había más caridad. Había comunión."
Hoy, pareciera que las opciones son: seguimiento servil o la ignominia y la descalificación. La objeción barata es "¿pero acaso te crees santo como para juzgar una actitud del Santo Padre?" (como aquel que dice falazmente que para criticar una decisión prudencial hay que creerse más prudente que el criticado). La iconoclasia tiene muchas caras, y siempre vuelve. El barrendero, la empleada doméstica y el pequeñito que vende estampitas en el subte me enseñan, cada tanto, verdades más grandes que las aprendidas en tratados de economía, en conferencias de financistas y en análisis de expertos sobre sectores industriales. También, el cristiano de a pie puede, cada tanto, enseñarle un par de cosas a un Papa, y también gritarle, sin respetos humanos, 'non lo sapevate un corno'. Tanto se nombra en estos días a San Celestino V, pero tan poco se lee su historia, la historia real, no la hagiografía de santería barata. Más allá de su personal santidad (razón principal por la que fue electo por unanimidad y casi obligado a aceptar), fue un terrible político, horrible político... y su estupidez costará muchas vidas y cismas en la Iglesia. Bien que su sucesor se lo haría pagar en vida... Esperemos que el Santo Padre haya meditado sobre esto cuando visitó los restos de Celestino en Aquila luego del terremoto que destruyó la ciudad donde reposan las reliquias de aquel Papa renunciante. Me preocupa que la historia se repita... como tragedia o farsa.