Nacido en Sierre (Valais, Suiza) en 1809, era el tercer hijo del conde Pancrace de Courten. Su padre había sido militar al servicio de los Borbones en Francia y España. Tras asistir a la escuela de los jesuitas de su localidad, Raphaël se incorpora en 1826 a los regimientos suizos del Ejército Federal, alcanzando el grado de teniente dos años después.
Enterado de los sucesos de Italia donde el Rey de Cerdeña con apoyo de los liberales de todo el mundo planeaba quedarse con la Península Itálica y despojar al Papa de sus territorios, en mayo de 1830 se inscribe en el 2º Regimiento Pontificio de Extranjeros que se encontraba organizando su tío, el mariscal de campo Eugène de Courten.
En 1848, agentes garibaldinos y masónicos sublevan Roma, obligando al Santo Padre a refugiarse en Gaeta. La Santa Sede decide licenciar a los regimientos extranjeros y de Courten se retira del Ejército Pontificio con el grado de capitán. Mientras que la mayoría de sus compatriotas regresaban a Suiza, él decide radicarse en Forli con su familia. Fracasadas las tratativas entre el Reino de Cerdeña y la Santa Sede, allí reorganizará poco después un Cuerpo de Guardias Pontificios para hacer frente a la agresión liberal.
En 1852 es ascendido a teniente coronel y llamado a Roma como jefe del 2º Regimiento de la Brigada de Guardias Suizos del Papa. Años después el Papa lo condecora con la Orden de San Silvestre y lo nombra coronel. Con sus guardias suizos, de Courten defiende sucesivamente Sinigaglia y Ancona, en las Marcas, para contener las acciones terroristas de los garibaldinos.
Terminando la década, de Courten es designado jefe de la Brigada de Guardias Suizos con el grado de general de brigada. Con valor peleará en la célebre batalla de Castelfidardo y defenderá Ancona ante los ataques de los voluntarios de Garibaldi.
Poco después pasa a Roma, donde es condecorado con la medalla "Pro Petri Sede" al valor en combate. A la espera de una nueva agresión, el Papa lo pone al frente de la División Territorial de Frasinone con el grado de general de división.
Su figura mítica atrajo a un grupo importante de soldados franceses que, tras licenciarse en el Ejército de su país, se integraron en la llamada "Légion Romaine". Con ellos, en 1867, derrota nuevamente a los garibaldinos en Monte Rotondo y Mentana. Por su desempeño en esta última batalla, es condecorado con la medalla "Fidei et Virtuti".
Un año después es nombrado al frente de la ciudadela de Roma con el fin de resistir a las muy superiores tropas de Saboya, Piamonte y Cerdeña.
Tras la caída de la Santa Sede y la prisión del Santo Padre, el General de Courten regresa a Suiza, a su casa solar de Sierre. Pero extrañaba a Italia y decide residir en Florencia. Allí será verdadero líder del laicado, colaborando con periódicos católicos como "Fedeltà" y "L'Unità Cattolica". La Juventud Católica florentina lo designó su presidente honorario.
Siguió en contacto con sus antiguos camaradas de armas y con muchos de ellos participó de la famosa peregrinación a Einsiedeln, al santuario de la Virgen de los Ermitaños, para pedir la protección del Papa y la libertad de la Iglesia en Italia.
En 1899, Su Santidad León XIII le otorga la Gran Cruz de la Orden de Pío Nono. Y para su cumpleaños 95º, recibe emocionado el saludo y la bendición del Papa San Pío X. A pesar de su avanzada edad, decide peregrinar a Roma para entrevistarse con el Santo Padre, proyecto en que lo sorprenderá la muerte en la Navidad de 1904.
Enterado de los sucesos de Italia donde el Rey de Cerdeña con apoyo de los liberales de todo el mundo planeaba quedarse con la Península Itálica y despojar al Papa de sus territorios, en mayo de 1830 se inscribe en el 2º Regimiento Pontificio de Extranjeros que se encontraba organizando su tío, el mariscal de campo Eugène de Courten.
En 1848, agentes garibaldinos y masónicos sublevan Roma, obligando al Santo Padre a refugiarse en Gaeta. La Santa Sede decide licenciar a los regimientos extranjeros y de Courten se retira del Ejército Pontificio con el grado de capitán. Mientras que la mayoría de sus compatriotas regresaban a Suiza, él decide radicarse en Forli con su familia. Fracasadas las tratativas entre el Reino de Cerdeña y la Santa Sede, allí reorganizará poco después un Cuerpo de Guardias Pontificios para hacer frente a la agresión liberal.
En 1852 es ascendido a teniente coronel y llamado a Roma como jefe del 2º Regimiento de la Brigada de Guardias Suizos del Papa. Años después el Papa lo condecora con la Orden de San Silvestre y lo nombra coronel. Con sus guardias suizos, de Courten defiende sucesivamente Sinigaglia y Ancona, en las Marcas, para contener las acciones terroristas de los garibaldinos.
Terminando la década, de Courten es designado jefe de la Brigada de Guardias Suizos con el grado de general de brigada. Con valor peleará en la célebre batalla de Castelfidardo y defenderá Ancona ante los ataques de los voluntarios de Garibaldi.
Poco después pasa a Roma, donde es condecorado con la medalla "Pro Petri Sede" al valor en combate. A la espera de una nueva agresión, el Papa lo pone al frente de la División Territorial de Frasinone con el grado de general de división.
Su figura mítica atrajo a un grupo importante de soldados franceses que, tras licenciarse en el Ejército de su país, se integraron en la llamada "Légion Romaine". Con ellos, en 1867, derrota nuevamente a los garibaldinos en Monte Rotondo y Mentana. Por su desempeño en esta última batalla, es condecorado con la medalla "Fidei et Virtuti".
Un año después es nombrado al frente de la ciudadela de Roma con el fin de resistir a las muy superiores tropas de Saboya, Piamonte y Cerdeña.
Tras la caída de la Santa Sede y la prisión del Santo Padre, el General de Courten regresa a Suiza, a su casa solar de Sierre. Pero extrañaba a Italia y decide residir en Florencia. Allí será verdadero líder del laicado, colaborando con periódicos católicos como "Fedeltà" y "L'Unità Cattolica". La Juventud Católica florentina lo designó su presidente honorario.
Siguió en contacto con sus antiguos camaradas de armas y con muchos de ellos participó de la famosa peregrinación a Einsiedeln, al santuario de la Virgen de los Ermitaños, para pedir la protección del Papa y la libertad de la Iglesia en Italia.
En 1899, Su Santidad León XIII le otorga la Gran Cruz de la Orden de Pío Nono. Y para su cumpleaños 95º, recibe emocionado el saludo y la bendición del Papa San Pío X. A pesar de su avanzada edad, decide peregrinar a Roma para entrevistarse con el Santo Padre, proyecto en que lo sorprenderá la muerte en la Navidad de 1904.